Plataforma plural de aprendizaje y crecimiento

¿Qué es para mí la UNAM? Es una pregunta que me provoca muchas posibles respuestas. Hay respuestas poéticas, las hay emotivas y las hay también técnicas, y están también las respuestas históricas. Empiezo por estas últimas. Para mí, la UNAM representaba un sueño. Yo durante toda mi vida anhelé entrar a la Ciudad Universitaria, a la Facultad de Medicina. En la escuela donde estudié primaria, secundaria y preparatoria se decía que era imposible ingresar a la UNAM; y como mis calificaciones no eran particularmente destacadas, el director me decía: “Tienes que estudiar mucho, porque no vas a poder entrar a la UNAM”.
Para mi fortuna logré entrar a la Facultad de Medicina, y al grupo que yo quería, que era un grupo “suicida”, porque en él estaban los profesores más difíciles de la Facultad. Con eso llené mi aspiración y mi ciclo a ese nivel. Pero a partir de allí se abrieron para mí muchas otras áreas de aspiraciones. Una de ellas, por ejemplo, era poder indagar más, explorar más, realizar más investigación en mi campo de estudios y me vinculé al Departamento de Fisiología, primero como instructor, luego como profesor asociado, y ahí hice toda una carrera. Realmente me encantó, pues me dejó una huella muy importante e influyó en la forma en la que yo entiendo actualmente al hombre. Afortunadamente, en la Facultad de Medicina tuve maestros que complementaron enormemente mi formación desde un punto de vista integral, no me dediqué nada más al estudio de la Ciencia Básica.
Para mí, la UNAM fue una plataforma que me permitió conocer al hombre y su circunstancia; pude asistir a un auditorio en donde estábamos sentados lo mismo personas que tenían un automóvil último modelo, que aquellos que dejaban un momento el taller mecánico para poder asistir a clases y que llegaba con las uñas sucias por venir de trabajar y que luego tenían que ir a la Biblioteca de la Facultad para estudiar allí porque no tenían libros. Todo ello me abrió un horizonte extraordinario de lo que es nuestro país y lo que es nuestra Universidad, en tanto que una muestra representativa de lo que es el país. En la UNAM coexisten todas las realidades y todas las contradicciones que tiene México. Ahí las aprendí a vivir, a crecer dentro de ellas, a tratar de enfrentarlas, a tratar de convertirlas en el estímulo adecuado para esforzarme más. La UNAM me permitió crecer mucho hacia adentro. Ahí entendí lo que significaba contar con una educación superior gratuita. Cuando me fui a estudiar mi especialidad a Estados Unidos, en la Universidad de Texas, mis compañeros me preguntaban: ¿Cuánto debes por los préstamos para estudiar tu carrera? Algunos de ellos me decían: “Debo 150 mil dólares” o “no sé cuándo voy a poder pagar los 85 mil dólares que debo todavía”. Todos mis compañeros debían dinero por sus estudios universitarios. Cuando me preguntaron “¿tú cuánto debes?”, se sorprendieron cuando mi respuesta fue: “nada”.
La UNAM, y en especial la Facultad de Medicina, en esta época son para mí las jacarandas de su estacionamiento. Son maravillosas, siguen estando ahora, es un regalo a la vista que recomiendo a todos. En ese estacionamiento de la Facultad de Medicina fue donde tomó posesión como Rector el doctor Guillermo Soberón. Yo estaba junto a él, y luego tuve que salir corriendo. Por ello, para mí la UNAM es también una toma de posesión de un Rector en un estacionamiento en medio de pedradas y con las jacarandas que en esa época aún no floreaban. La UNAM es para mí todo eso y mucho más.
Pasando a los aspectos académicos, recuerdo que cuando terminé de estudiar mi especialidad en Estados Unidos, regresé a México en 1980 y me percaté que la proporción de personas que tenían diabetes en nuestro país era muy elevada, y que no se contaba con suficiente información que explicara por qué había tantas personas con ese padecimiento. Entonces me dediqué a explorar ese problema y logré vincularme con mis amigos de la Universidad de Texas, con quienes escribí una propuesta de investigación al National Institute of Health. Logramos obtener un financiamiento importante para realizar ese estudio, que duró primero cuatro años, luego otros cuatro años, y después otros cuatro años más. O sea, que el NIH nos renovó el apoyo financiero en tres ocasiones por 12 años consecutivos. Ello nos permitió estudiar la prevalencia, la incidencia y la historia natural de la diabetes en población mexicana, en un área urbana específica ubicada en una zona de recursos muy bajos. A este estudio se le denominó “The Mexico City Diabetes Study” y constituye una investigación que es conocida en el mundo. Se convirtió en una carta de presentación con la cual nosotros nos hemos podido vincular con otros grupos que realizan estudios semejantes o que están investigando los determinantes genéticos o medioambientales, nutricionales o de actividad física. Actualmente contamos con apoyos otorgados por la American Diabetes Association, el CONACYT y otras entidades similares. También nos ha brindado la oportunidad de hacer investigación en colaboración con la Universidad de Harvard y el Broad Institute, lo cual ha sido muy fructífero.
Sin duda, la expresión más valiosa de lo que es la calidad humana, es la filantropía y esta es la tarea que realiza la Fundación UNAM, que se dedica a canalizar recursos y a apoyar la función que realiza la UNAM en todo el país y en todos los niveles. Todavía hace falta que se conozca todo lo que realiza nuestra Máxima Casa de Estudios y a ello contribuye también la Fundación UNAM, entidad que se distingue por hacer el manejo óptimo de ese tipo de apoyos, que son la esencia de la filantropía, en este caso en favor de nuestra Universidad, nuestro hogar y nuestro país.
Por: Clicerio González, médico egresado de la UNAM
Fuente | El Universal
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