Perito que da vida a miles de rostros en la Procuraduría local

Sus manos y su paciencia han dado forma a más de cinco mil rostros, que van desde niños a ancianos, hasta personas involucradas en secuestros y asaltos.
Miguel Ángel Maldonado, estudió Comunicación Gráfica en la UNAM, pero la vida lo llevó a otros lares; es perito de la Procuraduría General de Justicia local desde hace 28 años.
Su trabajo consiste en hacer los retratos hablados de extraviados y aquellos vinculados con algún delito.
La parte más significativa de la cara son los ojos. Lo dice un hombre que ha visto más rostros que la mayoría de las personas en la Ciudad.
Relata que en la década de los 80 un conocido lo invitó a formar parte del grupo de peritos encargados de dibujar los rostros descritos por víctimas y testigos. Ahora es el supervisor. Sin embargo, los rostros no son única especialidad. También ha tenido que dibujar joyas robadas imposibles de encontrar en algún catálogo.
Antes de 1997, toda la labor se hacía a lápiz y papel; ahora, la tecnología simplificó su trabajo. En ese año, la UNAM creó un programa que después se llamaría La Cara del Mexicano (Caramex). El proyecto consistió en fotografiar los rostros de 5 mil 780 hombres y de 2 mil 890 mujeres de las 32 entidades para hacer una base de datos de la anatomía del rostro.
Esto le dio un giro al trabajo de los peritos. De hacer “rostros hablados”, el término pasó a ser “arte forense”.
Miguel Ángel Maldonado supervisa la labor de los 46 peritos que actualmente trabajan en la Procuraduría. Todos llegan a sus oficinas y están dispuestos a escuchar a las víctimas y a los testigos de algún delito. Las entrevistas duran poco más de una hora.
¿Cómo sucedió todo?, ¿quiénes estaban presentes?, ¿qué se decían?, ¿cómo eran?, forman parte del cuestionario que se les aplica a los entrevistados; es el protocolo.
Las personas llegan generalmente alteradas, cuenta. Pero eso es mejor; entre más pronto acudan los denunciantes, mejor será la descripción.
Después de los datos generales, los peritos echan manos a la obra…
Un retrato hablado se arma de la punta de la cabeza al mentón. Se trata de una labor similar a la de armar un rompecabezas: se determinan las características del pelo, el peinado o, en todo caso, si estaba calvo; si tenía arrugas en la frente o alguna marca; el grueso y largo de las cejas…
Pero los peritos saben que cuando se llega a los ojos, el trabajo no es fácil y requiere de mayor dedicación; la razón: ahí está el secreto de identificar o no a una persona.
“Los ojos son lo más importante”, suelta tajante Miguel Ángel. Ni las cejas ni los labios. Todas las personas se fijan primero en los ojos.
Sin embargo, plantea, hay otras señas que podrían resultar un desafío -aunque menor- como la nariz. Para poder elegir unos ojos, labios, nariz u otras facciones, la Procuraduría cuenta con un catálogo de 466 de estos elementos.
Los peritos, entonces, eligen con el testigo cómo es aquél al que se describe. Si era mayor, por ejemplo, lo delatarán las líneas de expresión en la frente o en la comisura de los labios. Pero si el catálogo no coincide con las características, los peritos entonces usan Photoshop para que el margen de error sea mínimo y el retrato quede prácticamente como el de una fotografía. Cuando el rostro ya queda armado, entonces pasa a la Procuraduría de Justicia para su búsqueda.
Miguel Ángel Maldonado revela que en los 28 años de servicio ha confrontado desde historias trágicas hasta dulces que podrían recuperarle la fe a cualquiera.
Hace años se encargó de dibujar el rostro de una cara sin cráneo que fue hallada en calles de la Ciudad de México. Lo que se encontró podría merecer terapias con el psicólogo por años, pero Maldonado dice que aprendió a no ser aprehensivo con lo que ve todos los días.
Tras dibujar el rostro de aquel sujeto, se descubrió que fue víctima pasional de su pareja, otro hombre, quien decidió cortarlo en pequeños trozos y abandonarlos. En el encuentro se le pregunta: ¿Ver las desgracias le producen sueños perturbadores? Maldonado da un suspiro que le hace preparar una respuesta: “No. Pero sí necesitamos más vacaciones”.
Información de Ruth Barrios (La Crónica)