Ana Carolina Sepúlveda Vildósola

Cuatro generaciones de universitarios
Soy universitaria desde hace treinta y cinco años. Trabajé en el Instituto Mexicano del Seguro Social por veintisiete años. Se podría decir que tengo la piel azul y oro, con el águila verde tatuada en ella.
Mi trayecto inició como estudiante de licenciatura en la Facultad de Medicina, campus Ciudad Universitaria. Siempre supe que quería estudiar en la Máxima Casa de Estudios de México. Mi familia es universitaria. Mi abuelo, Bernardo Sepúlveda, egresó a mediados de 1930 de la antigua Escuela de Medicina, hoy Palacio de Medicina, y fungió como director de la Unidad de Posgrado de la misma, donde fue uno de los iniciadores de las especializaciones médicas formales en nuestro país. Mis padres, Cecilia y Fernando, estudiaron en la Facultad de Arquitectura.
Aún recuerdo la angustia que durante varias semanas sentí después de presentar el examen de ingreso y la gran emoción al ver mi número de folio en el periódico. Llegué a mi primer día de clases con una mezcla de miedo y emoción, más lo segundo que lo primero. La preparatoria donde estudié era pequeñísima comparada con lo que encontré: un campus impresionante por su belleza; contemplé el mural de Francisco Eppens por varios minutos; estudiantes por doquier, todos vestidos de blanco. Me dirigí al auditorio Raoul Fournier Villada, donde el entonces director Fernando Cano Valle nos daría la bienvenida. Me sentí muy orgullosa de que el auditorio llevara el epónimo de mi tío abuelo. A la salida, dio inicio la tradicional ceremonia de recepción de compañeros de generaciones superiores, la temida “perrada”. A nosotros nos tocó guerra de globos rellenos de agua y jabón, que tornó el piso en una muy resbalosa superficie. Varios cayeron.
Mis ciclos básicos fueron difíciles. Muchas veces me sentí frustrada al estudiar por horas y sentir que no avanzaba en el aprendizaje. Me inicié en la investigación en el Departamento de Farmacología. Disfrutaba mucho pasar todo el día en la Facultad. Dos años después comenzaron las rotaciones por hospitales. Tercer año lo elegí en el Hospital General y Cuarto en el Hospital General Dr. Manuel Gea González. Realicé el internado en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán (INCMNSZ), con rotaciones en el Hospital de la Mujer y el Hospital Infantil de México Federico Gómez, y mi servicio social en la Casa Hogar para Niñas del DIF y en investigación en el Departamento de Infectología del INCMNSZ. Conocí en cada lugar a excelentes maestros y compañeros. Aprendí que estudiar en grupo hacía todo más fácil y grato.
No puedo describir la alegría y orgullo que sentí cuando pude sostener mi título universitario. Leí y releí “La Universidad Nacional Autónoma de México otorga a Ana Carolina Sepúlveda Vildósola el título de Médica Cirujana… con mención honorífica”. Siguieron la especialidad en Pediatría en el Hospital de Pediatría del Centro Médico Nacional Siglo XXI del IMSS, con el aval de la UNAM, una maestría en Medicina, y maestría y doctorado en Ciencias por la UNAM y, como me gustó la consigna “con mención honorífica”, la repetí en cada uno. También obtuve la Medalla Alfonso Caso. Fui estudiante matriculada durante catorce años discontinuos. Ahora soy autogestiva. Estoy segura de que mi paso por la UNAM y los hospitales públicos me sensibilizó a las necesidades y problemáticas de salud en nuestro país.
Me inicié en la docencia como profesora ayudante en la especialidad de Pediatría a inicios de este siglo y como adjunta en el año 2005. Califiqué como tutora de maestría y he participado en el Comité Académico de Pediatría desde 2006. Fui docente de innumerables cursos en el IMSS. Ya suman diecisiete años de docencia universitaria. Este año recibí el nombramiento de profesora titular C de tiempo completo, lo que me ha permitido conocer desde otra perspectiva la inmensa actividad académica, de investigación, deportiva y de extensión que la UNAM ofrece a su comunidad. Estoy segura de que no hay otra institución educativa en nuestro país que le iguale.
Particular mención merecen los programas universitarios de apoyo a estudiantes en un país con lamentables e inmensas desigualdades, donde Fundación UNAM realiza una enorme labor. Son muchos y muy diversos los esfuerzos que la Universidad y su Fundación realizan para favorecer las trayectorias escolares de sus estudiantes y apoyar a su comunidad. Me gustaría resaltar el programa de becas económicas impulsado por la Fundación UNAM, que requiere la consecución de fondos externos de más de treinta empresas, fundaciones, bancos e incluso particulares anualmente.
Durante 2021 se logró que más de setenta y un mil alumnos recibieran una beca de apoyo económico para evitar la deserción escolar por motivos financieros; más de mil doscientos consiguieron becas de excelencia académica a través de sus diferentes programas, cuatro estudiantes de maestría fueron favorecidos en el programa de movilidad nacional o internacional, cuatroscientos cuarenta y nueve por el programa de apoyo a alumnos en internado o servicio social de medicina, ocho alumnos en el programa de becas para estudiantes indígenas y afrodescendientes y, más recientemente, seis alumnos para evitar la deserción por condiciones derivadas de la pandemia. Ahora que tengo el enorme privilegio de también ser presidenta del Consejo de Fundación IMSS me doy cuenta del enorme esfuerzo que esto representa.
La tradición familiar continúa. Mi hija recién se tituló de la Facultad de Psicología. Fue beneficiada con una beca de movilidad internacional de Fundación UNAM para cursar un semestre en la Universidad de Roeterseiland, y recientemente ganó con su tesis el Premio Fundación Moisés Itzkowich-FUNAM. También le gustó lo de “mención honorífica”.
Estoy muy agradecida por todo lo que la UNAM me ha dado. No imagino mi vida de ninguna otra forma. Seguiré día a día intentando retribuir un poco de lo mucho que he recibido de ella.
Presidenta del Consejo Directivo de Fundación IMSS
Fuente: https://www.eluniversal.com.mx/