¿Por qué el futbol puede provocar emociones violentas?
Los humanos tenemos un circuito de recompensa y éste se va a alimentar por cosas que son placenteras o que nos hacen sentir bien o que queremos seguir experimentando. En el caso del fútbol, este circuito se nutre cuando nuestro equipo gana. Sin embargo

Víctor Manuel Rodríguez Molina del Departamento de Fisiología de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de México (UNAM), compartió el motivo por el cual es muy recurrente que en los deportes; especialmente en el fútbol, se encuentre un desfogue de sentimientos de parte de sus espectadores o seguidores.
No hay duda de que el fútbol, al igual que la mayoría de los deportes, conecta con un cúmulo de emociones que son liberadas a lo largo de los 90 minutos del juego. Podemos pasar de la felicidad a la tristeza, de la angustia a la esperanza, de la agonía a la ilusión. Un contraste de sentimientos por un simple juego.
Sin embargo, ¿Por qué la derrota nos cuesta tanto procesarla y la felicidad por la victoria es efímera? ¿Cómo podemos manejar las emociones a lo largo del juego para que éstas no se desborden con tintes violentos?. como a veces suele ocurrir en los estadios o como últimamente ha ocurrido cuando los fanáticos atacan lo primero que tienen a la vista; que generalmente es la televisión.
Los humanos tenemos un circuito de recompensa y éste se va a alimentar por cosas que son placenteras o que nos hacen sentir bien o que queremos seguir experimentando. En el caso del fútbol, este circuito se nutre cuando nuestro equipo gana. Sin embargo, cuando nos marcan un penal, una expulsión o perdemos, éste decae. Tenemos diversas emociones mezcladas en el juego y a la vez secretamos sustancias químicas que nos producen placer como las endorfinas, comentó.
En cambio, cuando estamos tristes o enojados porque nuestro equipo está perdiendo, el cerebro produce cortisol, conocida como la hormona del estrés, o cantidades excesivas de serotonina, el neurotransmisor que puede causar ansiedad y depresión.
Nuestro cerebro tiene un ámbito racional, pero al ver deportes (especialmente fútbol) afloran nuestras emociones sin censura. Si gritas, lloras, te enojas, nadie te va a criticar. Es un terreno permitido para que vivamos lo que sentimos con más intensidad, apuntó.
Así como el futbol nos puede generar sentimientos positivos, de igual forma puede provocar sensaciones negativas.
Al respecto de los hechos violentos que se han visto ya no solo dentro de un estadio de fútbol, sino en el propio hogar, manifestó que, si bien las emociones negativas no desencadenan actitudes violentas, sí pueden dar pie a que afloren, ya que pierden la razón.
Cuando permitimos que los sentimientos negativos nos dominen, decimos que la emoción se transformó en una conducta. Pero siempre hay un freno que pone el lóbulo frontal. Sin embargo, a veces puede pasar a mayores y surge esa violencia que expresa una falta total de control de nuestras emociones. Aquí ya estaríamos hablando de un escenario patológico, porque violentar a otro no es algo normal, agregó.
Contrario a lo que se piensa, para el fanático del futbol celebrar una victoria es algo efímero, pero la derrota suele ser difícil de digerir e incluso se buscan miles de razones para entender ésta. Ahí surge una etapa de duelo en la que nos duele perder.
El docente comentó que la decepción por la derrota de nuestro equipo puede afectar nuestras emociones de manera importante.
Sin embargo, podemos aprender algunas acciones útiles al ver fútbol para aplicarlas a nuestra vida diaria, Molina comenta que dichas enseñanzas pueden abarcar:
- Resiliencia: a pesar de las derrotas, uno como seguidor sigue apoyando. Lo mismo lo podemos emplear en la vida.
- Hay un espacio para todo. En el estadio o a la hora de ver el partido, puedo expresarme con libertad. Pero al terminar éste, lo que sienta se queda allí. No traspolar emociones a otros ámbitos.
- Administrar la pérdida.
- Ejercitarse para el manejo de las emociones.
- No siempre perder es malo. Algo se hizo bien para estar cerca de ganar.
- Manejar el fracaso.
Fuente: UNAM Global