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Alfredo Adam Adam

La UNAM, la Universidad de la nación

Todavía recuerdo cuando recibí la noticia de que había sido aceptado en la Universidad Nacional Autónoma de México. En ese momento sentí, como todos los que hemos tenido el privilegio de integrarnos a sus aulas, que esta gran institución me daría formación profesional, así como herramientas para enfrentarme a la vida laboral y para crecer, pero no tenía claro entonces que también contribuiría a forjarme como ser humano y mucho menos aún que mi vida estaría indisolublemente ligada a ella para siempre.

Es difícil pensar en un México sin la Universidad de la nación. El Dr. Diego Valadés, investigador y profesor emérito de la UNAM, refería que la creación de esta maravillosa institución se dio en una época en la que “las obras de infraestructura y de urbanismo daban a México el carácter de una nación moderna y se planteaba la necesidad de dar nuevos pasos para la consolidación del desarrollo nacional”.

La idea de crear una Universidad Nacional nació en 1881, cuando don Justo Sierra propuso esta iniciativa a la Cámara de Diputados. Desde ese momento estaba claro en la mente de Sierra que el Estado no podía deslindarse de la tarea educativa, pero para garantizar que la educación fuera el bastión del país, era indispensable contar con una institución educativa que funcionara de manera independiente al gobierno, con el fin de que tuviera libertad de pensamiento para la formación y desarrollo del conocimiento.

La celebración del Centenario de la Independencia en 1910 dio la bienvenida a la propuesta de don Justo Sierra, habiendo quedado integradas a la Universidad las escuelas que en ese entonces tenían el encargo de impartir educación superior, las cuales estaban ubicadas en la zona centro de la Ciudad de México.

La visión que se planteó con la creación de nuestra Universidad se ha cumplido con creces por la alta calidad en la ejecución de sus funciones sustantivas de educación, investigación y difusión de la cultura. Desde su nacimiento, los universitarios hemos emprendido diversas luchas por mantener una institución educativa enteramente dedicada al servicio de la nación; una de estas luchas, relevante y trascendente por su significado, se gestó en 1929 y derivó en  el otorgamiento de la Autonomía Universitaria, que incluso hoy debemos seguir defendiendo a toda costa.

Pertenezco a la generación 1964–1968 de la Facultad de Contaduría y Administración,  entonces llamada Escuela Nacional de Comercio y Administración, que en 1965 recibió el nivel de Facultad por haberse aprobado sus planes de estudios superiores y en este 2019 cumplió   90 años en la UNAM.

En su mensaje por el reconocimiento del rango de Facultad a mi escuela, el rector Ignacio Chávez refirió que “en una casa de la vieja ciudad de Brujas, Brujas la muerta —en Bélgica—, hay una casona vieja que tiene una leyenda orgullosa e incitadora que está hecha de cuatro palabras: “Plus c’est en toi” (hay algo más en ti); ello para invitarnos a que como universitarios, buscáramos permanentemente en el fondo de nosotros mismos, aquello que traemos  escondido en nuestro interior y que constituye nuestra esencia, la cual, por supuesto, tenemos la obligación de poner al servicio de los demás, como modesta contraprestación por lo mucho que la universidad nos ha dado.

He tenido el honor de servir a mi Universidad desde muchos flancos: Consejero Alumno y Consejero Maestro en el Consejo Universitario; secretario de la Facultad de Contaduría y Administración, en la cual también fui director durante dos periodos; integrante de la Junta de Gobierno por 12 años; y miembro del Patronato por cuatro. Por supuesto uno de los orgullos de mi paso por mi querida institución es tener más de 49 años como docente, lo que aunado a mi trayectoria me dio la distinción de ser nombrado Profesor Emérito.

La Fundación UNAM, lazo de unión de la comunidad universitaria y de los que se consideran amigos de ella, es una instancia que brinda un importante apoyo institucional, al mismo tiempo que contribuye a lograr la inclusión social en el cumplimiento de los fines de la Universidad, otorgando apoyos a estudiantes, docentes e investigadores. Esta loable instancia me ha distinguido con formar parte de su Comisión de Vigilancia.

Comprometámonos con el respeto y apoyo a la Máxima Casa de Estudios del país, que está catalogada como una de las mejores instituciones de educación superior del mundo, porque ello permitirá contar con los profesionales que se sumen a las mejores causas de México.

Concluyo con la frase del inmortal José Vasconcelos, creador de los símbolos de nuestra identidad: “Por mi raza hablará el espíritu”.

Coordinador del Seminario Universitario de Gobernabilidad y Fiscalización de la UNAM

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