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Manuel H. Ruiz de Chávez

Mi espíritu universitario

Publicado el 6 de abril de 2019 en El Universal

lo largo de mi vida, la relación con la UNAM ha representado una fuente de motivación constante, como una institución que encarna algunos de los valores e ideales más importantes de la humanidad, como el avance del conocimiento científico, el desarrollo tecnológico y la innovación para la mejora continua del contexto social de la población, la convivencia armónica entre puntos de vista disímiles, o el impulso a las artes y a la cultura milenaria de México.

Durante mi primer año en la carrera de medicina tuve el honor de ser elegido presidente del Comité Ejecutivo de la Sociedad de Alumnos —cuando la tradición marcaba que fuera un estudiante de tercer o cuarto año el elegido para tal distinción—. Este acontecimiento fue una  de las experiencias más importantes de mi vida estudiantil, ya que me permitió entrar en contacto con el doctor Ignacio Chávez Sánchez, cuya visión humanista ha sido una profunda influencia personal. Recuerdo con alegría justo el día del inicio de cursos del 17 de febrero de 1965, cuando propuse que la planificación de la medicina fuera concebida desde las aulas universitarias y que los estudiantes tuvieran un mayor acercamiento al pueblo, a fin de conocer sus aspiraciones y necesidades, así como estimar los medios con que contaban realmente.

Ante esta propuesta, el doctor Chávez respondió: “La responsabilidad que contrae todo aquel que se dedica al estudio de la medicina es que tendrá que estudiar toda su vida y no sólo recibirá enseñanza en esta escuela, sino quizá lo más difícil será aprender a modificarla de acuerdo con el avance de la misma, ya que avanza tanto, que los conocimientos de hoy no serán los mismos que se apliquen en 10 o 20 años”. No sobra reconocer que la relación que mantuve con el doctor Chávez fue una experiencia significativa e intensa, al recibir siempre su aliento en mi carrera médica.

Un evento que dejó una profunda huella en mí fue la visita del General Charles de Gaulle para recibir el Honoris Causa que le brindó la Universidad entre porras y clamas de simpatía por   parte del estudiantado. Esta ocasión contrasta notablemente con otro evento también trascendental en mi vida: la toma de posesión del doctor Guillermo Soberón como Rector, en el estacionamiento de la Facultad de Medicina, de quien estuve muy cerca mientras era investido ante el grito de opositores. Él fue de quien aprendí las cualidades de líder y reformador, además de que me brindara un gran impulso para mi desarrollo profesional.

Fue muy significativo participar en la vida universitaria siendo estudiante, en el campus Ciudad Universitaria, un espacio crítico que promueve el intercambio de puntos de vista y el encuentro entre disciplinas —un principio que se recoge incluso en la disposición urbana del circuito central—, con la finalidad de permitir la expresión de un pensamiento libre, con visión de futuro  y compromiso con la resolución de los problemas que aquejan a nuestras sociedades. Este centro de estudios público y laico, en un país caracterizado por agudas diferencias políticas y religiosas, ha operado como un eficiente instrumento de movilidad y desarrollo social para el país.

El servicio a mi Alma Mater

En 1977 tuve la oportunidad de realizar mi maestría en Ciencias, becado por la propia UNAM,  en la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de la Universidad de Londres. En este periodo destaca un proyecto sobre formación integral en recursos humanos, planeación, investigación y evaluación en sistemas de salud que elaboré con el apoyo del Sistema Nacional de Salud británico y del Royal College of General Practitioners.

Me integré posteriormente a la Facultad de Medicina, al Departamento de Medicina General, Familiar y Comunitaria —recién creado entonces por mi mentor, el doctor José Laguna, de   quien heredé un espíritu reflexivo y crítico—, como coordinador de Investigación. De esta  manera tuve la oportunidad de participar en el desarrollo de una nueva era de la salud pública y la investigación en salud en nuestro país.

 Estoy muy agradecido por la oportunidad que he tenido de impulsar y fortalecer durante más de 30 años la enseñanza de la medicina, mediante diversos cargos en la Facultad de Medicina, la Facultad de Estudios Superiores Iztacala y el entonces Centro Universitario de Tecnología Educacional para la Salud (CEUTES); entre ellos destaca la coordinación del Programa de Medicina General Integral Plan A-36, reconocido hasta hoy como uno de los planes de estudios más innovadores de la enseñanza de la medicina general.

La UNAM en mi ejercicio profesional

He desarrollado una labor intensa de 50 años de ejercicio profesional, académico y de servicio público. En todos estos años mi espíritu universitario se ha mantenido intacto, y lo he llevado en alto en todas y cada una de las actividades que me han tocado vivir y protagonizar, siempre al servicio de mi Universidad desde mi trinchera, manteniendo contacto estrecho a través de convenios, programas, posicionamientos, foros y publicaciones. Como presidente de la  Academia Nacional de Medicina fui responsable por el Congreso Médico Nacional “Rosario Barroso Moguel, 200 años de la Medicina Mexicana”, celebrado en la Facultad de Medicina en 2010, conmemorando el Bicentenario de la Independencia, el Centenario de la Revolución Mexicana y los 100 años de la UNAM —plasmados en una placa conmemorativa de la   Academia en reconocimiento a la UNAM—, así como la donación de la Escultura de la artista

plástica Yvonne Domenge, Virus AH1N1. Ciencia y Arte, en la explanada del Instituto Nacional  de Investigaciones Biomédicas, con el fin de hacerlo visible a la gente como símbolo de la unión afortunada entre la ciencia y el arte, y la conjunción de amistad, solidaridad y trabajo que se dio en una situación de emergencia. Quisiera destacar, asimismo, un logro personal muy  significativo en años recientes: la celebración del convenio de colaboración entre la Comisión Nacional de Bioética —órgano rector de la Secretaría de Salud, la cual tengo el honor de presidir— y la Universidad Nacional, del que surgió el innovador Programa Universitario de Bioética, que reúne a especialistas de las facultades de Medicina, Filosofía y Letras, Ciencias y Derecho, entre otros, con el objetivo de estimular una deliberación interdisciplinaria en torno a   los desafíos que impone el desarrollo tecnocientífico a nivel global.

Mi designación como miembro del Consejo Directivo de Fundación UNAM representa un gran compromiso en lo personal, pues veo en la educación, la investigación y el fomento de la   cultura la clave para el mejoramiento de nuestra sociedad, en condiciones de equidad,  seguridad y libertad. Reconozco plenamente el privilegio que supuso para mí la oportunidad de estudiar en la máxima casa de estudios de nuestro país, que me permitió entrar en contacto   con algunas de las personalidades más distinguidas en el ámbito de las ciencias y las humanidades. La UNAM es un espacio que se caracteriza por la excelencia, en el que se hace  a un lado la clase social, la ideología o el sesgo político, en favor del bien común. Es en este sentido que agradezco la oportunidad de contribuir a mi comunidad universitaria, reflejo de la diversidad y riqueza de nuestro país.

“Por mi raza hablará el espíritu”  

Miembro del Consejo Directivo de Fundación UNAM

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