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Fortalecer a la UNAM es fortalecer al país

La Universidad Nacional Autónoma de México es para mí una institución muy entrañable. Es la institución que más quiero. En la Universidad Nacional Autónoma de México pude cursar mi preparatoria, en la Prepa No. 6. También cursé la carrera de Economía en Ciudad Universitaria.

La Universidad Nacional Autónoma de México me permitió practicar el deporte. Yo jugué en los equipos de futbol americano, en la Preparatoria 6 —los Coyotes de la Prepa 6— que, por cierto, en ese entonces quedamos campeones. Luego en Intermedia jugué en los Búhos de Leyes; y en esos tres años, dos de ellos fuimos campeones. Luego jugué un año en Cóndores de la Universidad, que también era un equipo campeón.

Después tuve la oportunidad de ser docente. Empecé como adjunto en la ENEP Acatlán, y luego como maestro titular, tanto en la ENEP Cuautitlán como en la ENEP Aragón; posteriormente en Ciudad Universitaria, siempre en la carrera de Economía.

Yo fui el mayor no solamente de los hermanos, sino de los nietos, tanto del lado paterno como materno. Ninguno de mis tíos ni mis padres habían tenido la oportunidad de cursar una carrera universitaria. Yo fui el primer universitario y el primer licenciado de toda la familia. Por ello, cuando llegué a estudiar a la Universidad, el orgullo no solamente era personal, sino también familiar.

La Universidad también me dio muchos amigos, algunos de ellos compañeros de clase, otros compañeros de actividades estéticas, deportivas, otros más fueron mis maestros y, posteriormente, mis amigos que me han acompañado también toda la vida. Son de esas amistades que no se fingen, amistades que se hacen en un momento en el que todos somos iguales y tenemos las mismas aspiraciones y nos abrimos de corazón a los amigos. Eso hace que pasen los años y, cuando uno los vuelve a ver, los vuelve a ver como esas personas abiertas de corazón que siempre fueron y que alimentan el espíritu de uno. A la Universidad también le debo mis primeros romances, tanto en la preparatoria como en la universidad, romances fuertes, de esos que calan profundo, pero que también son experiencias muy bellas y que permiten al ser humano construirse también en la parte emocional. La inteligencia no solamente es el IQ y dominar conocimientos, sino también el equilibrio de las emociones, y creo que esas emociones que tiene uno en la universidad, con la amistad y con el amor, permiten ir calando al ser humano. Por eso le guardo también agradecimiento a la Universidad Nacional Autónoma de México.

La Universidad nos da mucha sensibilidad. La Universidad es un mosaico diverso, no solamente en cuestiones sociales, también en cuestiones ideológicas, en cuestiones de visión del mundo. Creo que poderse desempeñar en el sector público, como ha sido mi caso, requiere necesariamente tener una visión amplia, plural de la realidad social. Esa me la dio la Universidad.

No podría entenderse a México sin comprender la Universidad Nacional Autónoma de México. Esta es una reflexión que le he escuchado al doctor Narro, pero que es muy válida. En la UNAM se refleja nuestra realidad social. En la UNAM se reflejan las inquietudes de los diferentes grupos de nuestra sociedad y, por lo mismo, fortalecer a la Universidad Nacional en sus actividades de ciencia, de tecnología, de cultura, de artes y de ingenierías es fortalecer al país.

Hay que sentirse orgullosos de que esta Universidad está catalogada como una de las 100 mejores y de que además nos haya enorgullecido con varios Premios Nobel, así como que muchos de sus egresados han sido destacados gobernantes, empresarios, trabajadores, técnicos, profesionistas, y que son quienes han construido y siguen construyendo al país.

Por ello yo invito a todos a que apoyen, en lo que puedan, a través de la Fundación UNAM, a esta gran Universidad, porque apoyar a la UNAM es apoyar al país. Para mí ha sido de veras una distinción formar parte ahora del Consejo de la Fundación UNAM. Privilegio que agradezco al rector, a los presidentes con los que he trabajado en la Fundación —Isaac Chertorivsky, Rafael Moreno Valle, y ahora con mi amigo Dionisio Meade— porque es una forma de poder regresar un poquito a la Universidad Nacional de lo mucho que me ha dado.

Hemos tenido distintos tipos de actividades. Me acuerdo que en un principio lo que buscábamos era aumentar la membresía de la Fundación, extendiendo la posibilidad de que participaran con la Fundación todos los egresados, a partir de afiliarse y tener una credencial, y que esta credencial o esta membresía tuviera distintas categorías, de acuerdo a lo que cada quien pudiera aportar a la Universidad anualmente.

Tuvimos también en otro momento el reto de incorporar los espacios que tiene la Universidad Nacional en el centro de la ciudad, espacios bellísimos pero que no podían ser utilizados para eventos y que estos eventos le aportaran recursos —en este caso a la Fundación— para trasladarlos a la Universidad. Los programas de lenguas extranjeras, que han sido un éxito y que maneja la Fundación, y desde luego, los programas de becas que son el corazón, el núcleo de la actividad de la Fundación.

Siempre que he podido, he tratado, dentro de mis actividades, y de manera modesta, de contribuir al engrandecimiento de la Fundación UNAM y, de esta manera, al de la Universidad Nacional Autónoma de México, que es una institución fundamental para el país.

Benjamín González Roaro, economista egresado de la UNAM

Fuente | El Universal


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