Francisco Moreno Sánchez

La nueva relación médico-paciente en los tiempos del Covid
Uno de los mejores retratos sobre la relación del médico con el paciente es la obra maestra de Pablo Picasso que tituló Ciencia y Caridad. Si algo ha caracterizado al encargado de la salud en la enfermedad es el cariño, la empatía y el contacto sutil que al tomar el pulso o tocar la frente, permite establecer ese vínculo y logra desde un inicio que el paciente se sienta confortado, apoyado y cuidado por aquel que se acerca y establece contacto visual, y que brinda seguridad en sus movimientos, una forma de presentación de esa persona que sabrá qué hacer.
El buen médico es el que empieza el tratamiento desde el momento que observa y saluda a su paciente. La empatía y la calidez son las primeras dosis de terapia para cualquier enfermedad. El paciente, con el miedo de sentirse vulnerable, entrega su confianza al ver entrar a aquel que lo entenderá y sabrá cómo regresarlo a la vida normal y que en este momento se encuentra entrecortada por ese estado indeseable que sufre el enfermo.
El SARS-CoV-2, o como mayormente se conoce, Covid-19, ha venido a cambiar el mundo, ha modificado el saludo, el abrazo, la convivencia y la libertad de circular libremente por lugares concurridos, que hoy en día se ven vacíos. Esta pandemia iniciada en Wuhan a principios de diciembre y capaz de haber generado más de 7 millones de infectados para los primeros días de junio, es decir, en tan sólo seis meses uno de cada mil habitantes ha presentado esta infección, vino como un tsunami que cambió la vida.
Desde el inicio de la epidemia, uno de los sectores más golpeados por el número de infectados fue el de los trabajadores de la salud, incluso en los primeros reportes de China, personal médico no solamente había resultado infectado por el Covid-19, sino un gran número de ellos había fallecido por la enfermedad.
Un virus desconocido, con un curso variable, pero que en muchos de los pacientes presentaba daño pulmonar y causaba insuficiencia respiratoria que los llevaba a la muerte. Los médicos no sabíamos quién era el enemigo, cómo se trataba, cómo se controlaba y, más aún, qué amenaza podría causarnos. El miedo a lo desconocido, la posibilidad de ser contagiado por la persona que solicita la ayuda médica, genera una primera ruptura en esa relación.
La alta contagiosidad del virus ha provocado la necesidad de aislamiento de enfermos, tanto de otros pacientes como de sus propios familiares, lo cual lleva a cursar la enfermedad en condiciones de soledad. El personal de salud, incluyendo al médico, tiene que mantener protocolos de protección que imponen una nueva barrera física y que incluyen el uso de mascarilla, lentes, cubrebocas, bata y guantes. Un aislamiento del contacto de los sentidos, de la expresión facial, esos ojos que a veces muestran más miedo que confort.
La familia, por otro lado, acostumbrada a ver y seguir al lado del enfermo el curso del padecimiento, se mantiene alejada, distante de ese ser querido que se encuentra confinado, con falta de aire, con el miedo de estar viviendo esa larga pesadilla, que impide acompañarlo, y abandonarlo a ese vacío de la incertidumbre y la soledad.
Toda esta lejanía, barreras y falta de contacto físico tienen que ser contrarrestadas por el médico con nuevas formas de mostrar empatía, de alentar, de proyectar y generar confianza. Debe buscar cómo compartir el dolor de tener al paciente confinado en soledad y de expresar también, en muchas ocasiones, la frustración de una mala evolución con la calidez de que se está entregando totalmente en sus conocimientos, su fuerza y su cariño a su paciente, ese ser querido que la familia se siente impotente, frustrada y triste de no poder hacer más por él.
La vida tiene un ciclo y por más que el médico se esfuerce siempre por lograr mantener con vida a la persona que pone su confianza en él, la muerte siempre acaba venciendo en alguna batalla, pero ese momento de inmensa tristeza se agrava cuando la soledad es la única acompañante.
La Universidad Nacional Autónoma de México ha sido el lugar de formación de grandes médicos de nuestro país, siempre preocupada por la bioética, la cual es hoy, más que nunca, un instrumento de atención a esta complicada enfermedad.
Apoyemos a nuestra Casa de Estudios, necesitamos más médicos humanos y no más humanos médicos.
Yo apoyo a la Fundación UNAM.
Jefe de Medicina Interna y encargado del Programa Covid en el Centro Médico ABC
Felicitaciones al Dr. Francisco Moreno Sanchez, Gran profesional con don de gentes y gran experiencia
Mi más sincero reconocimiento al Dr. Francisco Moreno, así como a todos los médicos, enfermeras, profesionales y trabajadores de la salud. Gracias.