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Gerardo Jaramillo Herrera

Desde Aragón hasta Ciudad Universitaria

7618037-6. Ese fue mi número de cuenta de la Universidad Nacional Autónoma de México. Ingresé a la Escuela Nacional Preparatoria “Erasmo Castellanos Quinto”, coloquialmente conocida como prepa 2. En ese lejano 1976, la preparatoria estaba ubicada en el centro de la ciudad. Un espacio fantástico que hoy arropa al Museo Ex Teresa. Estuve en ese edificio dos años porque el tercero, mi generación inauguró el plantel de Río Churubusco. El haber ingresado a la prepa 2 marcó y cambió mi vida. Primero porque, sin saberlo, despertó en mí esa sed de conocimiento y me abrió todas las posibilidades existentes para que mi educación fuera total; para que corrigiera mis deficiencias o por lo menos las atemperara y para que sintiera que el espíritu universitario era una realidad. Sentimiento que me acompaña hasta el día de hoy. Disponer de las instalaciones universitarias y lograr acceder a ellas para educarme fue determinante en mi formación. En ese entonces mis intereses tenían que ver con el deporte y la fiesta. Me inscribí en basquetbol por el gusto con ese deporte y por la disciplina del entrenamiento y en baile regional, por las muchachas guapas; además de todas las opciones optativas que me permitieran corregir mis grandes deficiencias escolares. Pero sin duda, la primera gran enseñanza fue el sentir la libertad. Libertad absoluta para ingresar a clases, hacer tareas y exámenes y saber que dependía de uno mismo salir airoso de la fiesta estudiantil llamada: preparatoria.

Vengo de una familia clase media que con gran esfuerzo empeñó mi futuro con una sola palabra: educación. Así que, cuando terminé la secundaria, el único camino para seguir estudiando era ingresar a la preparatoria de la UNAM, porque la UNAM tenía pase automático para estudios de licenciatura. Si lograba pasar el examen e ingresar a la preparatoria mi futuro educativo estaba garantizado. Empeñado mi futuro y vendida la boleta de empeño no había otra opción: estudiar o estudiar. En las vacaciones del verano del 76 tomé un curso para asegurar el ingreso. Diariamente, durante más de cinco semanas, iba desde la colonia Juárez a Santa María la Ribera a recibir el curso, que no era otra cosa que una regularización profunda para reforzar los conocimientos adquiridos en secundaria. Al final del curso hice el examen en las instalaciones de Avenida del Imán; un lugar alejado de entorno habitacional. Después de realizar el examen descubrí un lugar encantador y hermoso: Ciudad Universitaria y decidí que en ese lugar estudiaría. Esperé con ansiedad e impaciencia los resultados. Creo que fue mi primo Gerardo quien me avisó que habíamos sido aceptados. Lo festejamos con una gran comilona en casa: éramos los primeros en la familia en ingresar a la universidad, siendo felicitados por nuestras familias por ese logro. Logro que debe de ser atribuido a ellos, porque depositaron en nosotros (mi primo y yo) sus esperanzas. Esa sensación, creo, se repite desde la fundación de la Universidad y se repetirá por siempre en todos los que han ingresado e ingresan año con año.

De 1976 a 1978 mi contacto universitario tuvo que ver con lo que ofrecía gratuitamente o a precios verdaderamente simbólicos la Universidad: cineclubes, bibliotecas, teatro, danza, música e instalaciones deportivas. Alimentarme de todo y por todos lados fue alucinante casi a punto de indigestión. Me convertí en un vago cultural, según referían mis mayores. Hay dos hechos que me marcaron en la preparatoria: el primero fue el descubrir la libertad con responsabilidad. Explico: formé parte del equipo de basquetbol de la preparatoria, pero también fui parte de la sociedad de alumnos. Ambos cargos me permitían hacer lo que quisiera y en ambos entendí la responsabilidad que ello implicaba. También hicímos un pequeño periódico con noticias de la preparatoria que bautizamos como Cosmos 2000, un periódico hecho en mimeógrafo de 16 páginas. El otro hecho célebre fue descubrir el poder de la lectura: fue en una clase de Literatura Universal en la que el profesor leyó a oscuras (yo era estudiante del turno vespertino) un fragmento de Moby Dick. Ese día hubo un apagón y el profesor, sin interrumpir la clase por ese hecho menor, sacó de su portafolio una linterna y empezó a leer esa novela con una voz potente y gruesa que logró transformarme en lector.

Terminada la preparatoria creía que mi destino estaba trazado en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales en Ciudad Universitaria, pues allí estudiaría Periodismo y Comunicación Colectiva, como en ese entonces se llamaba la carrera. Esperé con la certeza de que sería CU mi hogar en los próximos cuatro años y ahí podría aprovechar al máximo mi estadía desde la mañana hasta la noche. Podría asistir sin restricciones de desplazamiento a todos los complejos culturales que me brindaba la Universidad. Esperé pacientemente y llegó la notificación. Estudiaría la carrera en la Escuela Nacional de Estudios Profesionales plantel Aragón. No puedo explicarles la sorpresa y la decepción correspondiente. Desde la colonia Juárez un día cualquiera fui a visitar el plantel allá por Aragón; primero para saber cómo llegar y el tiempo que haría en el trayecto y averiguar de inmediato cómo se hacía una permuta para CU a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Tardé hora y media en llegar. Metro Cuauhtémoc hasta Moctezuma. Descender y tomar un camión directo a la colonia Impulsora, vía Avenida Central. Bajar en Avenida Central y Rancho Seco y caminar 10 minutos a la ENEP Aragón. Páramo en ese entonces. Ingenuo de mí, coloqué mi cartulina ofertando la permuta en Servicios Escolares y a esperar a un valiente a que aceptara. Mientras tanto hice lo conducente: ir por las mañanas a la ENEP Aragón y salir corriendo para llegar a CU a la FCPyS y tomar clases como oyente, previa cartulina pegada por todos los lugares disponibles. Así cursé un semestre en los que por la mañana compartía clases con unos 30 compañeros y por la tarde con unos 120. En la mañana no había necesidad de pelear por un pupitre y por la tarde era menester llegar muy temprano y no separarse del pupitre para no perderlo. Debo de confesarlo: desistí y me quedé en la ENEP Aragón y sólo disfruté de los complejos culturales de CU a la menor oportunidad y, obviamente, los fines de semana.

Esa es mi Universidad y mi plantel. Un lugar alejado de la ciudad, unas instalaciones muy nuevas, unos maestros increíbles y unos compañeros inolvidables. Una serie de lugares adheridos a mi formación; desde el estanquillo donde vendían tortas conocido como “mosquilandia”, hasta una pequeña biblioteca bien surtida en la que se podía encontrar el libro correspondiente para una tarea específica. Dos maestros: Roberto Fernández Iglesias y Alicia Poloniato; con el primero aprendí el placer del conocimiento y con la segunda aprendí la disciplina del conocimiento.

De nuevo, la Universidad me volvió a sorprender para bien y empecé a entender el por qué su prestigio ha sido reconocido nacional e internacionalmente. La calidad educativa en un plantel nuevo y con un programa de estudios también nuevo, apoyados con una plantilla de profesores de excelencia, logró que la experiencia universitaria fuera de primera; aunque la lejanía de Ciudad Universitaria fuera añorada por lo idílico del significado: estudiar en CU. Concluí los estudios universitarios y tuve la suerte de integrarme rápidamente a la academia; primero siendo adjunto de María Luisa López Vallejo y García en la asignatura de Cine y sociedad. Durante los últimos dos semestres fui su asistente. Quise ser profesor y posteriormente investigador, pero un concurso de oposición me lo impidió, bueno ganó el concurso otro y tuve que salir al mercado laboral decepcionado por haber fracasado en mi intento de ser académico. Después de haber aprobado un examen para ser investigador en la Cineteca Nacional, ingresé al mercado laboral formalmente. Afortunadamente en el área que más disfrutaba en ese entonces y, sin saberlo, en el sector cultural gubernamental, en el que me quedaría los próximos 30 años de mi vida profesional. Sin planearlo, la combinación cine y editorial serían los ingredientes que marcarían mi ruta laboral. De Cineteca Nacional pasé a Televisa en el área editorial, después a la Dirección General de Publicaciones (área del nuevo organismo cultural Conaculta), luego me invitaron al INBA, posteriormente al INAH y, finalmente, gracias al Dr. Gerardo Estrada, me integré a la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial de la Coordinación de Difusión Cultural en la UNAM. Aceptó mi proyecto el rector Juan Ramón de la Fuente e inicié la gestión. Fueron años intensos y me congratulo de haber retribuido, muy poco según yo, a la Universidad. Soy de la cultura del esfuerzo, soy una prueba fehaciente de la movilidad social gracias a la Universidad; profesionalmente me entregué a la Universidad con mis limitadas capacidades, pero con la satisfacción de dar lo mejor de mí y ser un eslabón más de una larga cadena que empieza en el pupitre y termina en la cotidianidad de la labor encomendada, sea académica, administrativa, creativa, docente. Tanto mis años de estudiante de licenciatura como de trabajador en el área de Publicaciones y Fomento Editorial aprendí a vivir la tolerancia, la excelencia académica, el profesionalismo, el rigor y el sentido social de las acciones a realizar. Desde mi perspectiva, no hay otra universidad que transmita mejor el compromiso social con los otros, con el país. Siempre con una sonrisa y de buenas maneras, pues aún en la diferencia, el respeto es otra de las cualidades que transmite la Universidad. Son muchos y variados los instrumentos con que cuenta la UNAM para trasmitir sus valores, pero destaco uno que en ocasiones pasa desapercibido y que es vital para muchas de las labores que realiza. Me refiero en concreto a la Fundación UNAM. Seguro lo saben, pero Fundación UNAM es una asociación civil creada en 1993, se le asocia directamente al otorgamiento de becas; pero despliega una gran actividad en las áreas de salud pública, cultura y preservación (como la Hemeroteca Nacional Digital, por sólo citar una acción concreta). Gracias a la Fundación UNAM, muchos jóvenes pueden descubrir y vivir la Universidad y construirse un mundo propio, dar vuelo al espíritu y aprender a que la solidaridad no es un término sino una actitud de vida.

Secretario Ejecutivo del Seminario de Cultura Mexicana

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  1. Interesante tu comentario de tu vida, y no eres el único de describir cómo fue nuestro trajín de vida estudiantil y profesional de nosotros. Pero fue bonito con todas las penurias que vivimos en aquellos años de poder hacer alguien en la vida. Pero fue redituable ya que como tú alcanzamos algo en nuestra vida; yo ahora estoy jubilado del IMSS Y ahora escribiendo, soy egresado de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la UNAM, generación 75/79, tengo unos 13 meses de jubilado, pero me siento bien no me dedico a nada solo en la casa con mi familia. Pero estoy bien. Me llamo Jaime Herrera Pérez, y mi ultimo trabajo fue Jefe de Servicio de Cirugía Experimental y Bioterio en el Centro Médico Nacional Siglo XXI del IMSS. Para cualquier información quedo de uds. A mi correo electrónico herreravillar2221@gmail.com

  2. José Luis Torales Caballero dice:

    Felicidades Gerardo , fui también ex alumno de la Prepa 2 , el profesor al que se refiere Gerardo que recordamos es Eduardo Marquez Madrid(conocido por el “a ver a ver… “ su frase característica ) .El trabajaba por las mañanas en la Secretaría de Comunicaciones y Transportes como abogado e impartía literatura universal por las tardes , magnífico profesor , gran motivador a la lectura entre los adolescentes de aquella época de finales de los setenta , algunos de los cuales nos seguimos comunicando. El periódico escolar al que se refiere Gerardo el Cosmos 2 , fue apoyado como Mentor por el profesor Hernandez Bravo de Geografía. En el escribían además de Gerardo Jaramillo, Artemio Ríos, Jaime Hernández ,Carlos Trejo , Gilberto Gordillo ,Jose Luis Torales ,entre muchos otros . El periódico tuvo 2 épocas ( 78 y 79) y efectivamente
    Fue muy exitoso y formativo entre los estudiantes.
    Grandes anécdotas que nos trae el texto de Gerardo. Felicidades por tu trayectoria y traer a la memoria estos grandes recuerdos universitarios .

  3. Virginia Alvarado dice:

    Gracias Gerardo, un texto que me llevo a recordar mi caminar en la UNAM. 7930698-2. Gracias amigo, un abrazo? Virginia Alvarado

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