Lizbeth Natalia Santillán Cruz

Mi realidad como alumna de la UNAM
Cuando supe que había sido aceptada en la Escuela Nacional Preparatoria 9 “Pedro de Alba” en 2013 no cabía la emoción en mí; podría decir que en mis 15 años de vida era la sensación más satisfactoria que había tenido, no por el hecho de haber aprobado mi examen de selección, sino porque desde ese momento me sentí parte de la comunidad universitaria a la que tanto aspiraba a ingresar en aquel entonces, gracias al ejemplo de mi familia, pues mis padres y hermana son egresados de la UNAM. No sólo era algo escolar, para mí era algo familiar también.
En esta etapa de mi vida, como cualquier adolescente, me di cuenta de muchas cosas en mi persona, en mis preferencias y en mi contexto social. Aprendí a ser empática, a ser fuerte, a entender que no todos entendemos que para cambiar las cosas hay que alzar la voz y actuar en el día a día. La preparatoria me puso muchas pruebas, me dio muchas lecciones por medio de experiencias, buenas y malas, con desconocidos, amigos y maestros. En la preparatoria me hice consciente de la problemática contra las mujeres que impera en México y me di cuenta de que ésta no excluye a todas las instituciones, a los académicos ni a los compañeros.
Estas problemáticas siguen presentes, y es por eso que cada una de nosotras debe asegurarse de que las generaciones futuras de alumnas no tengan que pasar por las mismas situaciones por las que estuvimos forzadas a pasar nosotras. Me siento afortunada de pertenecer a una generación en la que prevalecen la valentía y la sororidad como valores que nos llevan a generar conciencia y a crear un cambio para nuestra sociedad.
Pero no fue hasta que crucé el umbral de la que fue mi casa durante tres años que sentí el cambio que significaba pertenecer a la Universidad. Pocas cosas conservo con tanta precisión en mi memoria, pero, sin duda, recuerdo las instalaciones y cada uno de los edificios perfectamente; recuerdo y sigo en contacto con las amistades tan importantes que forjé ahí, pero, sobre todo, valoro y recuerdo con cariño a las y los profesores que con sus aciertos y carencias me guiaron y ayudaron a convertirme en la mujer que soy ahora. Les agradezco y les tengo presentes aun hoy en día, pues muchos de ellos se volvieron un gran apoyo en mi vida, convirtiéndose en pilares de los que me sostuve en muchas situaciones.
Al entrar a la Facultad de Estudios Superiores Aragón de la UNAM, en 2016, no tenía idea de los cambios que habría en mi vida. Nunca había esperado estudiar en una FES, la idea centralizada de que todo aquello que no es Ciudad Universitaria queda en segundo plano es un gran error. Al final, todas y todos somos parte de la UNAM. El tiempo, como el mayor de los maestros, me enseñó el valor que tiene estudiar en la periferia, estar en constante enfrentamiento a las adversidades donde el entorno, en mi caso, el Estado de México, crea la necesidad de ser consciente sobre todo lo que nos falta trabajar como sociedad.
En el proceso de nombrar mi (nuestra) realidad para transformarla, considero imprescindible señalar las condiciones que enmarcan mi cotidianidad: estudiante, mujer, en el área de ciencias exactas, donde aún existe una notoria brecha de género, que ha transitado su vida académica entre los municipios más peligrosos para ser mujer, colindantes con la periferia de la gentrificada Ciudad de México, me refiero a Ecatepec y Nezahualcóyotl.
Estoy a punto de terminar la carrera de Ingeniería Industrial, y con muchos sentimientos encontrados puedo afirmar que la UNAM —y específicamente mi estancia en la FES— cambió mi vida. Desde que inicié mis estudios, gracias al Departamento de Intercambio Académico y Vinculación de la Facultad, me enteré de todas las oportunidades que tenemos como estudiantes de la UNAM de realizar estancias en el extranjero, de la gran cantidad de convenios que se tienen con otras universidades; así como el reconocimiento que la institución tiene a nivel internacional.
Salir de las fronteras de México para mí siempre significó algo imposible de alcanzar por la posición socioeconómica a la que pertenezco, pero fue antes de iniciar mi sexto semestre de la carrera cuando se me presentó la oportunidad de participar en la convocatoria de Movilidad Semestral para Otoño de 2019; fui aceptada en la Universidad de Massachusetts en Estados Unidos. Asimismo participé en la convocatoria de Excelencia para estudiantes destacados, donde fui aceptada para el verano del mismo año. Había sido asignada para estudiar un curso de profundización de conocimientos en la Universidad Politécnica de Corea. No lo podía creer, en menos de un año habría estado en dos países diferentes, aprendiendo de todo y todos, no sólo en el ámbito académico sino también en el personal, descubriendo cosas nuevas en mí, poniendo a prueba mis capacidades, mis conocimientos y valores.
En Corea del Sur aprendí mucho sobre su cultura, costumbres, comida y tradiciones. Tuve profesores extraordinarios que mostraron estar felices de recibirnos y tener la posibilidad de conocernos y guiarnos a través de sus conocimientos. Viajar al otro lado del mundo, a una cultura completamente distinta, lejos de mi familia y amigos, no fue nada sencillo, pero sí satisfactorio al darme cuenta de lo que soy capaz. Mi estancia en Corea del Sur fue de cuatro semanas, las cuales sirvieron como preparación para lo que se vendría en Otoño.
A mediados de agosto llegué a la Universidad de Massachusetts, feliz y orgullosa de poder estar allá representando a la UNAM y, sobre todo, a México. Este tipo de experiencias nos ayudan a crecer en todos los aspectos; nos permiten cambiar la perspectiva que tenemos del mundo y nos motivan a querer conocer, vivir y, sobre todo, a compartir. El aprendizaje adquirido en aquellas instalaciones es algo que formará parte de mi vida y desarrollo. Estoy agradecida por todas las oportunidades que nos brinda la UNAM como institución con renombre internacional, así como Fundación UNAM, que impulsa a que la falta de recursos económicos no sea una cuestión por la cual limitarnos. Nos permite participar y tener las mismas oportunidades que otros estudiantes de otras instituciones.
Fuera de México hay un mundo lleno de experiencias por vivir y de conocimientos por adquirir, aprovechemos cada oportunidad que nos brinda nuestra Universidad para lograrlo, para convertirnos en mejores seres humanos y así poder lograr, con esfuerzo y sacrificio, el gran mérito de hacer de México un país mejor.
Beneficiaria del Programa de Movilidad Bécalos-Fundación UNAM. FES Aragón