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Rodrigo A. Medellín

¿Qué es la UNAM y para qué sirve?

Más allá de ser la primera universidad de habla hispana en el mundo y de estar dentro del 10% superior de las miles de universidades en el mundo, y más allá de ser cuna de personajes extraordinarios y de contribuir a la vida política, cultural y académica del país, la UNAM es una entidad forjadora de sueños. Las oportunidades que brinda la UNAM, la formación que ofrece, la red y la comunidad que la conforman  son verdaderos pilares de México. Mi propia historia muestra un sello profundo, indeleble y multifacético que la UNAM ha dejado en mi vida. A partir de mi aparición, a los 11 años de edad, en el concurso de televisión El Gran Premio de los 64,000 Pesos, conducido por don Pedro Ferriz Santacruz, mi vínculo con la UNAM empezó a desarrollarse. Yo participaba con el tema de mamíferos y don Pedro me hacía varias preguntas cada sábado y yo doblaba la cantidad que iba ganando cada semana. El Dr. Bernardo Villa Ramírez, el decano del estudio de los mamíferos de México, después de verme  uno de esos sábados, llamó al teléfono de mi casa que le proporcionó la televisora, y me invitó a conocer el Instituto de Biología de la UNAM, donde él fue investigador la mayor parte de su vida y creó la Colección Nacional de Mamíferos. Para un niño de esa edad y con esos intereses, eso fue un sueño hecho realidad: ¡Poder aprender de los mamíferos y conocer de primera mano los estudios que se hacían en esos años sobre los mamíferos de México! Ahí conocí a otro investigador que dejó otra huella profundísima en mi formación como biólogo: William López-Forment. William, quien desafortunadamente acaba de fallecer hace un mes, me invitó a acompañarlo a estudiar unos murciélagos en la costa de Guerrero, y en el primer viaje nos detuvimos en la primera cueva de mi vida: La Cueva del Cañón del Zopilote. Ahí William puso en mi mano el primer murciélago que pasó por mi vida; yo tendría a la sazón unos 12 años.

Mi paso por el Instituto de Biología definitivamente selló mi destino y determinó mi futuro. Ahí pasé mi adolescencia; mis intentos por conquistar chicas eran impresionarlas visitando la Colección de Mastozoología. Todos mis ratos libres los pasaba preparando ejemplares para la colección, leyendo y aprendiendo de mamíferos, platicando con el Dr. Villa, con William, y con José Ramírez Pulido, quien en esos años aún era investigador ahí, antes de irse a fundar su laboratorio en la UAM Iztapalapa. Eventualmente con el férreo apoyo de la queridísima Maestra Guillermina Urbano, en ese tiempo curadora de la colección, logramos sacar un proyecto para complementar y desarrollar la colección aún más. Oscar Sánchez, Guillermina, y yo mapeamos a mano los ejemplares de la colección para detectar regiones y grupos subrepresentados y entonces me lanzaba yo al campo a colectar ejemplares. Así pude conocer México mucho más profundamente que la mayoría de los mexicanos. Eventualmente llegó mi momento de graduarme de licenciatura y lanzarme al posgrado, con una beca de Conacyt que conseguí con el apoyo de Guillermina y de José Sarukhán, a la sazón director del Instituto de Biología.

Me casé con quien hoy es la Dra. Clementina Equihua, una mujer de temple, paciente, cariñosa, que ha soportado por más de 35 años mis embates. Clemen y yo estudiamos en la Universidad de Florida, regresamos en 1992 y tuvimos a nuestros dos hijos acá en México. Hoy, Clemen sigue pacientemente aguantando que yo traiga murciélagos, serpientes, bichos de todo tipo, y que invada constantemente la casa con estudiantes y colegas; y hoy, en esta pandemia, seguimos trabajando lado a lado, ambos en el Instituto de Ecología.

Al terminar mi doctorado, Daniel Piñero, entonces director del Centro de Ecología, me invitó a solicitar mi plaza en ese instituto, y eso resume mi regreso a la UNAM, con el apoyo de Gerardo Ceballos, que me recibió como su investigador asociado. Hoy mi trabajo me ha llevado a tener estudiantes o proyectos en 16 países de cuartro continentes, y siempre llevo la camiseta de la UNAM con orgullo y agradecimiento. Internamente sigo siendo el mismo niño de 12 años que se maravilla con el mundo natural, y la UNAM me da la plataforma para poder seguir ampliando mi impacto y mi relación con esta institución única en el mundo. Definitivamente, gracias a la UNAM soy quien soy y mi trabajo es exactamente lo que yo siempre quise hacer, desde mi niñez y a lo largo de toda mi vida.

Presidente del Bat Specialist Group de la Unión Mundial para la Conservación (IUCN)
Investigador del Instituto de Ecología de la UNAM

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