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Sergio M. Alcocer

¡Sí, protesto!

Para mí, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) encarna el proyecto educativo, cultural y social más importante del país. Además de constituir la universidad pública más grande de México, es una de las instituciones con mayor solidez y prestigio dentro y fuera de nuestras fronteras. Fue ahí donde tuve la oportunidad y el privilegio de iniciar mi formación universitaria.

La educación y el conocimiento son bienes comunes de alcance global. Las universidades públicas abren oportunidades orientadas a garantizar el acceso equitativo del conocimiento y la información de forma libre. Además constituyen un espacio donde se genera una conciencia crítica del mundo y de la sociedad; donde se valora la formación y la inteligencia, la cultura y las artes, el deporte y el bienestar individual y colectivo, en un entorno diverso y rico en saberes e identidades. En el caso de nuestra Universidad, también es un medio donde se ejercen, sin cortapisas, valores humanos universales como la libertad de expresión, el respeto, la tolerancia y la solidaridad.

Desde que tomé la decisión, en preparatoria, de proseguir estudios universitarios, tenía claro que quería elegir una carrera que tuviera un impacto en el bienestar de la sociedad, y fue así como me decidí por la ingeniería civil, pues pensaba en esta carrera como una oportunidad de resolver problemas de la población mediante la aplicación de conocimientos científicos. Soy una persona a la que le gusta “hacer cosas”, a quien le atrajo la ingeniería civil por ser una carrera con fines humanistas, lo cual he reafirmado con el tiempo. Si bien los ingenieros somos percibidos como profesionales eminentemente técnicos y poco cercanos a las necesidades de las personas, al final, la razón de ser del ingeniero civil es la sociedad. Por ejemplo, nada más cercano a las mujeres y hombres que lograr que sus casas sean seguras frente a terremotos e inundaciones, que las escuelas de sus hijos cuenten con agua, drenaje y energía eléctrica, y que comunidades separadas queden comunicadas por puentes y caminos.

En mi paso por la UNAM, primero como alumno, después como académico (todavía) y como secretario general, coordinador de Innovación y Desarrollo y director del Instituto de Ingeniería, aprendí a comprender y a ejercer la Ingeniería Civil y su formación con el fin de servir a la comunidad, mediante la creación y mejoramiento de las condiciones (materiales, normativas, etc.) necesarias para su mejor desarrollo. En otras palabras, los ingenieros civiles utilizamos el conocimiento científico y el juicio profesional para construir un mundo mejor para la sociedad, y fue la UNAM la institución que me abrió las puertas para perseguir este deseo de renovación para mi país. Durante mi paso por las aulas de la Facultad de Ingeniería dejaron especial huella en mí, entre otros muchos ingenieros, los profesores Julio Damy Ríos y Óscar de Buen y López de Heredia, de quienes no sólo aprendí sobre ingeniería. De ellos me llevo ejemplos de vida por su congruencia y honestidad personales y profesionales.

Los egresados de la UNAM, institución de educación pública de excelencia, han sido capaces de competir académicamente en México y el extranjero. Las bases sólidas en ingeniería y la formación de las competencias necesarias que adquirí en ella me permitieron seguir mi camino formativo en otra universidad pública: la Universidad de Texas en Austin, de donde egresé como doctor en Filosofía (en el campo de ingeniería estructural) en 1991.

A mi regreso a México, como investigador en el Instituto de Ingeniería, me incorporé al Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED), gracias a la invitación de otro de mis grandes maestros, Roberto Meli Piralla. En el CENAPRED tuve la oportunidad de encabezar un grupo de jóvenes talentosos en la investigación de los desastres y sobre las medidas para su mitigación. He tenido oportunidad de trabajar a favor de la UNAM en distintas posiciones, aprendiendo del compromiso de sus académicos y del espacio tan diverso donde confluyen muchos puntos de vista. Ha sido éste un ámbito de oportunidades, de innovación y colaboración, importante no sólo en mi formación académica, sino también en los valores que han regido mi quehacer profesional.

También tuve la oportunidad de trabajar por mi país como subsecretario de Planeación Energética y Desarrollo Tecnológico de la Secretaría de Energía, en donde contribuí a sentar las bases de los centros mexicanos sobre innovación en energía, del programa de formación de recursos humanos, así como de la planeación del sector a mediano plazo. Entre 2013 y 2015 fui subsecretario para América del Norte de la Secretaría de Relaciones Exteriores, donde encabecé los esfuerzos por avanzar los intereses de México frente a nuestros vecinos y socios mediante una diversificación de la relación diseñada para abrir oportunidades a los mexicanos, en especial para nuestros compatriotas en el extranjero. Un ejemplo de los logros fue la incorporación, a la agenda trilateral, de los temas educativos, culturales, científicos y de innovación, abriendo oportunidades para alumnos y académicos de la UNAM.

Tanto en México como en el extranjero, siempre he llevado con orgullo el nombre de mi casa de estudios. Cuando en el examen profesional contesté “Sí, protesto”, lo hice con convicción y con un fuerte compromiso social con la Universidad, en la que llevo casi 30 años de servicio y casi 40 como parte de su rica comunidad.

Por lo que representa para el país, en especial por su capacidad de transformarlo y de aportar a los grandes cambios globales inminentes, hoy el rumbo de la UNAM debe ser claro. En estos momentos es esencial una mirada prospectiva, pues debemos enfrentar, con imaginación y decisión, los desafíos que la actualidad nos impone y encarar la incertidumbre del futuro. La UNAM, al igual que otras grandes universidades, no debe limitarse a la consolidación de sus logros. Siendo una institución relevante de la sociedad mexicana, la Universidad se encuentra en un proceso permanente de transformación y evolución, el cual permite convertir sus debilidades y errores en oportunidades de crecimiento y superación. Es este proceso el que le permite explorar y desarrollar nuevos saberes, prácticas y conocimientos para formar una ciudadanía con más y mejores capacidades, para contribuir al desarrollo de soluciones y esquemas de atención, así como para divulgar el conocimiento de un modo más eficaz y eficiente. Este conjunto de tareas es responsabilidad de quienes formamos su comunidad.

En México y en el resto del planeta, la epidemia del Covid-19 ha acentuado los varios tipos de desigualdades y ha acelerado el desarrollo de diversos procesos sociales y tecnológicos ya en curso. También ha desnudado la falta de valores en la sociedad contemporánea. Ha alterado la educación, la investigación e innovación, así como la divulgación. Los cambios que ha causado la epidemia son los nuevos desafíos y oportunidades para nuestra sociedad y nuestra Universidad. El mundo post-Covid será una de grandes y rápidas transformaciones. México, como una nación importante, diversa, con historia y sociedad complejas, tendrá que aprovechar los nuevos desafíos que son cruciales para su futuro. Como ejemplo, la epidemia ha evidenciado que los planes curriculares no sólo deben incluir los temas técnicos y teóricos convencionales, sino también educar a los jóvenes para adaptarse al cambio, para competir en un mundo incierto, para ser emprendedores e innovadores, así como para empoderar a mujeres y hombres para enfrentar los retos actuales. El cambio demanda que la UNAM, hoy más que nunca, colabore en la creación de espacios y promueva una sociedad íntegra, libre, respetuosa, tolerante, abierta al diálogo, y plural en ideas y pensamiento.

Qué mejor manera de diseñar el futuro en esta nueva etapa que centrando la atención en sus jóvenes; que contribuir a que cuenten con las herramientas técnicas y los valores que fomenten un pleno estado de derecho y el combate a las desigualdades y a las exclusiones económicas y sociales; que ofrecerles los conocimientos que les permitan participar en la construcción de una sostenibilidad pacífica y justa, en la que sean posibles las convivencias y las habitabilidades sociales y ambientales. Ello, a su vez, contribuirá al incremento de la productividad de la economía y a lograr que la calidad de vida de nuestra sociedad no esté determinada por exclusiones y desigualdades. En estos momentos de incertidumbre y cambio, la comunidad universitaria, y en especial los egresados de la UNAM, debemos refrendar nuestro orgullo de ser universitarios, nuestro agradecimiento por el privilegio de haber estudiado en sus aulas, y nuestro compromiso por renovar y avanzar la educación y universidad públicas, su docencia y su investigación.

Debemos, en suma, evocar la protesta que hicimos cuando nos titulamos: ¡Sí, protesto! ¡Sí, protesto desempeñarme leal y patrióticamente, ejercer mi profesión con integridad, aplicando los conocimientos de vanguardia y siempre guiado por el compromiso social y el mejoramiento de la calidad de vida de los mexicanos! ¡Sí, protesto contribuir a la renovación y fortalecimiento de la UNAM! ¡Sí, protesto apoyar a la Fundación UNAM, especialmente para que más alumnos sean becados y puedan beneficiarse de la formación en la UNAM!

Investigador del Instituto de Ingeniería. Consejero de la Fundación UNAM

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  1. Totalmente de acuerdo !!!

  2. Muchas gracias . Soy de Argentina , conductora de un programa de radio e informo de su maravillosa gestión educativa .Adelante !! No Bajen los brazos !!!Van siempre por más

    1. Si protesto en seguir ayudando a nuestra querida Universidad.

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