Oscar Durán Díaz

La UNAM, alma de México
La Universidad Nacional ha significado para mí más que una casa de estudios. Ha sido a través de ella que aprendí la relevancia de las leyes, la importancia de cuidar las formas y el valor de la empatía a partir de la diversidad; aprendí de profesores extraordinarios y de compañeros brillantes. Me dio mentores, grandes amigos, ejemplos y lecciones de vida. Maestros únicos, como Fernando Serrano o Vicente Toledo. Fue en las aulas universitarias en donde comprendí la importancia de las grandes virtudes. Observé la prudencia, reconocí la templanza y desde entonces anhelé la justicia. Me permitió la oportunidad única de ser docente, de haber participado como autor en algunas publicaciones y de cursar un posgrado fuera del país. Todo ello no habría sido posible, de ninguna otra forma, sin el cobijo de la Universidad.
Mi número de cuenta puma, 94294987, es algo que desde mi primer día, en la Preparatoria número 5, tengo registrado en mi memoria. Nunca he olvidado ese mágico folio y no creo que jamás eso suceda. Bajo esos ocho dígitos pude adoptar como mi casa un esplendoroso lugar catalogado Patrimonio Cultural de la Humanidad; tuve acceso a una de las mejores bibliotecas del mundo; pude vestir la camiseta azul y oro en eventos deportivos y vivir la emoción incomparable de oír el ¡Goooya! desde el pasto del Estadio de CU; presencié la huelga estudiantil en 1999 y, al igual que todos mis compañeros, me tocó abrir camino y tocar puertas para conseguir una oportunidad laboral después de tal suceso.
La UNAM significa permanencia y cambio. Representa la constante consolidación de los esfuerzos hechos por profesores, investigadores y estudiantes de épocas anteriores. Sus bríos del ayer son los frutos del ahora y el preludio del mañana.
Sabemos del lugar que ocupa para el México de hoy nuestra máxima casa de estudios. La UNAM, al democratizar la educación media y superior, se erige como una verdadera escalera de movilidad social en beneficio de toda la sociedad. Genera gobernabilidad a nuestro ecosistema al ser un espacio de libre pensamiento y reflexión, además de buscar encauzar el potencial de los jóvenes hacia su desarrollo profesional. La Universidad, con la cultura, la ciencia y la academia, fortalece la identidad nacional y aporta civilidad a la convivencia diaria.
Nuestra Universidad Nacional es una institución que moldea a la sociedad, le da forma, la nutre de nuevas ideas y de esquemas de comportamiento. Es uno de esos grandes diques que toda sociedad necesita para administrarse hacia la evolución. Su valor histórico y razón de ser tiene sentido para el presente y el futuro. Es el alma de nuestro país.
Para esta gran labor, la UNAM necesita de aliados extraordinarios y la Fundación UNAM es uno de ellos.
La FUNAM fue creada para ayudar a la Universidad en la formación de alumnos dándoles diversos apoyos para que pudieran cursar sus estudios, profesionistas, profesores, científicos y técnicos, así como para potenciar la investigación y la cultura. Bajo la gran guía y visión de su presidente, el licenciado Dionisio Meade, he tenido la oportunidad de apreciar cómo la Fundación UNAM ha logrado cambiar la vida de miles de jóvenes mediante becas, programas académicos en el extranjero, prácticas profesionales en instituciones públicas y privadas, programas de especialización, entre otras actividades. Fueron de mucho interés, por ejemplo, los Premios FUNAM a la innovación e investigación científica puestos en marcha de la mano del sector público y privado, a fin de premiar y reconocer las mejores tesis de licenciatura, maestría y doctorado publicadas en temas especializados y de mucha utilidad para el mercado laboral.
De hecho, en los últimos años, la Fundación se ha convertido en un valiosísimo puente que une a la academia con el mercado, es decir, a los estudiantes con las empresas e instituciones. Todas estas acciones han generado un extraordinario círculo virtuoso en donde el estudiante o egresado es útil a la sociedad, a su vez, el servicio público y el sector empresarial son favorecidos al incorporar en sus filas el talento universitario; la academia y los centros de investigación se actualizan permanentemente en razón de la interacción con los actores públicos y económicos y, finalmente, la sociedad es beneficiada en su conjunto.
Apoyando a la FUNAM fortalecemos una escalera de movilidad social que materializa la esperanza de miles de jóvenes; sumamos a la educación, a la cultura, a la libre reflexión, a la civilidad y a nuestra identidad; reforzamos la permanencia y la consolidación de un dique institucional clave para nuestro presente y futuro.
Pasar por la universidad cambia vidas, más aún de aquellos jóvenes que no tienen ninguna otra opción para continuar con sus estudios. Al igual que miles de egresados, mi paso por la UNAM explica mi trayectoria profesional, académica y personal. Explica mi profundo amor y compromiso hacia mi alma mater y hacia mi país. Como consejero de la FUNAM, los invito con orgullo a seguir sumando esfuerzos y acompañar a la Fundación para seguir tocando vidas.
Porque quien ayuda a la Fundación ayuda a la UNAM, y quien ayuda a la Universidad Nacional ayuda a nuestro México.
Egresado de la Facultad de Derecho de la UNAM. Consejero de la Fundación UNAM