UNAM apuesta por la descelularización de tejidos y órganos vitales

Ante la gran demanda de órganos en el país, la medicina regenerativa o ingeniería tisular podría ser una solución para salvar a miles de pacientes.
En México se requieren 12 mil 431 riñones al año para trasplante, 58 corazones, 7 mil 396 córneas, 404 hígados y tres pulmones.
El proceso de descelularización, perfeccionado en el Instituto de Investigaciones en Materiales, consiste en retirar del corazón, riñón, tráquea, hígado y hueso aquello que podría causar rechazo si se trasplantara en un paciente.
Expertos afirman que la reconstitución de órganos y tejidos es una medida que funcionará a futuro. Y citan como ejemplo: ante una falla cardiaca se quitaría la parte dañada y se pondría un andamio con células madres para repararlo.
María Cristina Piña Barba y sus colaboradores del Instituto de Investigaciones en Materiales de la UNAM, apuestan a la combinación celular con métodos de ingeniería de materiales, bioquímica y fisioquímica para restablecer funciones biológicas.
Estos investigadores crean y prueban andamios celulares, estructuras donde se depositan células y sustancias químicas y biológicas para guiar su crecimiento, diferenciación, implantación, distribución y organización, en su Laboratorio de Biomateriales.
¿Qué es la Descelularización?
Desde 1996, Piña y su equipo, utilizan la técnica de descelularización de órganos y tejidos, que consistente en quitarle a estos últimos (animales o humanos) las células y lo que pueda provocar rechazo del organismo.
¿Qué queda? Un riñón, un hígado o un corazón transparente, es decir, un soporte de colágena (desarrollado por Héctor Martínez en su tesis de maestría), común a todos los mamíferos.
La donación de una persona fallecida en un accidente se podría limpiar y recelularizar, o sembrar células troncales de un enfermo para posteriormente implantarlo sin problema de rechazo.
“Comenzamos por descelularizar hueso de bovino –ya lo hemos hecho también con tráqueas, riñones, hígados y corazón–; a este tejido óseo y duro se le quita el calcio y queda una esponja de colágena. Se le da la forma del órgano requerido y en dos meses hay formación tisular”.
Este proceso, refirió Piña Barba, es una posible solución a los trastornos traqueales causados por malacias, cáncer, estenosis y traumas, que pueden derivar en enfermedades respiratorias e incluso en la muerte.
Como la sustitución traqueal con dacrón y otros polímeros no funciona, Benjamín León desarrolló, primero con esponjas de hueso Nukbone (creado en el IIM), el conducto respiratorio referido y lo probó en animales. Era funcional y biocompatible, aunque en vez de crecer se estrechaba.
Después, David Giraldo (como tesis de doctorado bajo la dirección de Piña Barba) descelularizó y recelularizó una tráquea con células mesenquimales. Hoy esto se prueba en la Facultad de Medicina (FM) y en el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER). Si funciona en la fauna, se pasará a la fase clínica, en humanos.
Fuente: DGCS, UNAM