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Othón Canales

La UNAM de la que salí, pero nunca me fui…

La verdad creo que a la UNAM la traigo en los genes, pues tanto mi madre como mi padre fueron egresados de ella. Mi madre estudió Medicina y mi padre Ingeniería Química y fue maestro en la Facultad de Química la friolera de 51 años.

Huelga decir que la UNAM era un tema recurrente en las comidas, en los viajes, en casi todas las actividades familiares, así que si podemos hablar de predestinación, éste es un caso clásico; mis dos hermanas y yo ni siquiera contemplamos otra opción para estudiar la carrera. Mi hermana de en medio estudió Medicina y la menor inició Física y luego cambió por la flauta y se fue a Filadelfia.

Yo ingresé en 1971 a la carrera de Ingeniería Química proveniente de una preparatoria privada, el CUM, de donde la mitad del grupo se fue a la Ibero y la otra mitad nos fuimos a la UNAM. ¡Nada grata la bienvenida! En primer lugar, aquello, en efecto, parecía una ciudad; en segundo lugar, te rapaban, ¡qué les puedo contar! Afortunadamente, las novatadas desaparecieron con el paso del tiempo, sin embargo, tuvieron un efecto muy positivo: lograron que todos los que veníamos de prepas privadas nos uniéramos y forjáramos una amistad que continúa hasta nuestros días.

Con el paso del tiempo y para fortuna de todos, la diferencia que marcaba el tipo de preparatoria de la que venías se fue esfumando y se empezaron a ampliar los grupos de amigos de una manera maravillosa; las diferencias económicas, sociales, culturales y de toda índole también desaparecieron y lo único que importaba era el examen de mañana, la práctica complicada que tendríamos que entregar en breve y, sobre todo, la camaradería y solidaridad que se gesta en esas bellas edades llenas de sueños e ideales para la vida. Para muestra un botón: Recuerdo que un compañero nuestro que venía de Veracruz se alojaba con unos tíos y, por cuestiones que no vienen al caso, se quedó sin un lugar donde vivir. De inmediato alguien le ofreció cobijo y todos estábamos pensando cómo ayudarlo, alguien propuso hacer una “coperacha” para darle algo de dinero para su subsistencia básica, se aceptó la idea y se la comentamos orgullosos a mi padre, “El Maestro Canales”. Todos esperábamos una felicitación por nuestra generosidad y lo único que recibimos fue una severa reprimenda… mi padre nos preguntó: “¿Dónde queda la dignidad de su compañero?” Y luego añadió: “Su compañero no necesita limosna, necesita trabajo”. Tres telefonazos después, nuestro compañero ya tenía trabajo como dibujante en una firma de ingeniería muy prestigiada, empresa en la que colaboró toda su vida y de la que se retiró muchos años después de un puesto directivo al más alto nivel.

No sólo aprendimos Ingeniería Química en la Facultad, también aprendimos respeto, solidaridad, disciplina, humildad y un gran amor por nuestra UNAM. Esa UNAM que “empareja” todo y a todos, que, junto con otras instituciones públicas de educación superior del país, son los verdaderos túneles de la “capilaridad social” en nuestro país. Por eso indigna tanto cuando fuerzas políticas se quieren entrometer en su vida y utilizarlas como botín para sus causas, en general mezquinas y ajenas a la vida académica de las mismas.

La UNAM es una verdadera “universidad” porque hay de todo, buenos y malos alumnos, maestros buenos, otros no tanto, unos estrictos, otros barcos, pero TODOS con un gran compromiso y amor a su profesión. Es a ellos a quienes debemos lo que hoy somos. Yo tuve la fortuna de tener grandes maestros que, con una vocación y un amor inigualables, nos transmitieron generosamente sus conocimientos y sus experiencias de vida, todas ellas a cuál más formativas para nosotros. Recuerdo que ya en las últimas materias, Ingeniería de Reactores Catalíticos, el maestro nos dejó un problema de tarea que nadie pudo resolver; asombrado, el maestro lo resolvió usando tres o cuatro ecuaciones y nos preguntó: “¿Dónde está la dificultad?” Uno de los compañeros comentó: “Eso que usted hizo jamás se me hubiera ocurrido a mí”. El maestro soltó el gis y el borrador y nos dijo: “¿Ustedes creen que sólo hay una manera de resolver el problema? Esta es sólo una manera de resolverlo, busquen la suya”. Y añadió: “Muchachos, si no son capaces de entender lo que pasa dentro de una cubeta (el reactor era la cubeta) y sólo tratan de acomodar la mejor fórmula que ustedes conocen, están perdidos. ¿Cómo pretenden resolver los problemas de su vida? ¡Esos serán infinitamente más complejos que lo que sucede adentro de un reactor!” Gran lección de vida que nos marcó a todos hasta nuestros días.

Los que tuvimos y los que ahora tienen la fortuna de estudiar en la UNAM conocen mejor a México, porque la UNAM es una “muestra representativa” (parte alícuota, diríamos los químicos) de un enorme sector de la población de nuestro país, lo que nos permite entenderlo más y, sobre todo, comprender que es el diálogo y no la confrontación lo que nos va a ayudar a que México salga adelante de sus problemas. Considero que sólo la educación podrá lograr que México avance con paso firme hacia un desarrollo más igualitario, la solución la hemos tenido toda la vida delante de nuestros ojos: ¡son la educación y las instituciones de educación superior!

Pondré un ejemplo y estoy seguro de que todos tendremos muchos iguales. Un compañero, que en su momento fue mi adversario político (en realidad éramos tres contendientes) para ocupar la presidencia de la generación y ahora es mi queridísimo compadre, provenía de una familia modesta muy trabajadora, sus padres vendían fruta en el mercado de La Merced. Tuvieron dos hijos que ingresaron a la UNAM. Al salir, mi compañero trabajó en el Instituto Mexicano del Petróleo (IMP) por muchos años y en un momento decidió independizarse y poner una firma de ingeniería dedicada al diseño de plataformas petroleras y ductos marinos. ¡Llegó a tener oficinas en la Ciudad de México y en Villahermosa y a tener cerca de 500 ingenieros trabajando! Un proyecto que en su momento fue muy exitoso. Él tuvo tres hijos, todos ellos estudiaron carreras profesionales, alguno hizo estudios de posgrado en el extranjero y hoy viven en Portugal. Para muestra, un botón. Por cierto, hablando de diálogo, los tres nos pusimos de acuerdo y en lugar de confrontarnos hicimos un triunvirato para la organización de nuestra graduación, que no fue cosa menor, pues mi generación fue de 2 mil 500 estudiantes. ¡Aplicamos la fórmula universitaria de resolución de conflictos!

Hace aproximadamente 30 años, la Facultad de Química, siendo director el Dr. Francisco Barnés de Castro, posteriormente rector, se hizo una campaña financiera para rescatar la vieja Escuela Nacional de Ciencias Químicas, ubicada en el Pueblo de Tacuba, entre otros proyectos, y se logró conseguir mucho dinero, razón por la cual varios maestros y funcionarios universitarios, entre ellos el Dr. Barnés y mi padre, idearon la creación de un “Patronato” que administrara esos fondos. La figura fue exitosa y se logró hacer mucho con ese dinero. Mi padre fue el presidente Fundador y yo tuve el privilegio de ocupar la presidencia de éste en dos ocasiones, en 2000 y  2018. Particularmente complicado fue el periodo 2000-2001, pues acabábamos de salir de una huelga y no nos daban ni citas, ya no digan dinero. Pensando qué hacer llegamos a la conclusión de que la única manera era “construir un sueño”, una visión de futuro a la que los egresados y los industriales estuvieran dispuestos a apostarle, y fue así como llevamos a cabo un ejercicio de planeación estratégica, que posteriormente se complementó con varios más, en el que se definió con claridad el propósito de la Facultad de Química:

“FORMAR PROFESIONALES DE EXCELENCIA CON AMPLIAS CAPACIDADES EN CIENCIA Y TECNOLOGÍA QUÍMICAS, COMPROMETIDOS CON APORTAR VALOR A LA SOCIEDAD, EN EL MARCO DEL DESARROLLO SUSTENTABLE DEL PAÍS”.

Con el paso del tiempo la idea del Patronato evolucionó de ser un simple administrador de fondos a ser una vía de vinculación para la Universidad con el sector industrial del país. Hoy día, el Patronato cuenta con una oficina de transferencia de tecnología denominada Unidad de Vinculación de la Química, a través de la cual se están explorando y concretando proyectos de colaboración con el sector privado muy interesantes y productivos para todos. Este proyecto generó mucho interés en toda la UNAM, razón por la que tuve que presentarlo en varias facultades, dentro de las que destacan Ciencias y Veterinaria.

Quiero hacer aquí un paréntesis para hablar de la Fundación UNAM. En los años 90 tempranos del siglo pasado (suena terrible), me habló un día una de las personas más queridas y reconocidas en el gremio de la ingeniería química, queridísimo amigo y exalumno de mi padre y quien se convertiría también en mío, el Ing. Benito Bucay Faradji (qepd) y me comentó que un grupo de universitarios destacados crearían una fundación con el propósito de recaudar fondos para apoyar a los alumnos más desfavorecidos de la UNAM, y como la mayoría de ellos ya estaban mas bien “maduritos”, querían invitar a algunos jóvenes (yo tenía alrededor de 40 años en aquel entonces, ya ni tan joven) a participar en ella; de inmediato le dije que sí y tiempo después recibí un hermoso diploma, todo él en blanco con relieves, que me certificaba como Asociado Fundador de la Fundación UNAM. Pasó la vida y quién me iba a decir que muchos años después me reencontraría con ella en otro campo de acción, el Patronato de la Facultad de Química. En un muy afortunado cambio de estructura financiera del Patronato, se decidió que todos los donativos que se consiguieran se hicieran a la Fundación UNAM, única donataria autorizada de nuestra máxima casa de estudios, y que fuera ella la que expidiera los recibos deducibles y custodiara los dineros del Patronato. Esto le dio una transparencia inobjetable al manejo financiero del Patronato y facilitó en gran medida la consecución de apoyos al crear más confianza en los donantes. No tengo palabras de agradecimiento suficientes para la Fundación UNAM por su invaluable apoyo y altruista labor. Cabe mencionar las dos últimas campañas: “Dona un kit”, para protección de los médicos que atienden a pacientes con  Covid;  y “Dona una tablet”, para apoyar el regreso a clases en la “nueva normalidad” a los alumnos de menores recursos de la UNAM. ¡Felicidades FUNAM!

Entre mis muchas andanzas les quiero contar que por ahí de 2001 tomó la Presidencia de la Academia de Música del Palacio de Minería mi queridísimo amigo, el Ing. Carlos de la Mora Navarrete, quien me invitó a ser su vicepresidente, cosa que el Consejo aprobó a pesar de no ser yo egresado de la Facultad de Ingeniería, de la que depende en buena medida dicha academia; 10  años lo acompañé en esta maravillosa aventura, a través de la cual tuve mucha interacción con la mencionada Facultad de Ingeniería y con la Coordinación de Difusión Cultural. La Academia de Música del Palacio de Minería se constituye como un nuevo modelo de promoción cultural en el que participan la UNAM, el gobierno y la iniciativa privada por igual.

Quizá por tanto ir y venir, y a propuesta de la Facultad de Química, nuestro rector, el Dr. Enrique Graue, me propuso como uno de los candidatos de la terna para sustituir al Ing. José María Zubiría en la Junta de Patronos de la UNAM, cosa por la que le estaré siempre agradecido, pues por razones que no alcanzo a comprender, en diciembre de 2018 tuve el honor de ser nombrado por la H. Junta de Gobierno de nuestra máxima casa de estudios como uno de los tres miembros de la Junta de Patronos. Es un privilegio, desde mi perspectiva, inmerecido, que me compromete aún más con mi alma mater.

Salí de la carrera en 1975, pero, aunque salí, nunca me fui; aunque nunca he dado clases u ocupado un puesto remunerado en la UNAM, he trabajado mucho para ella, pues creo, desde el fondo de mi alma, que lo que haga por ella es muy poco para compensarla por lo mucho que me ha dado.
 

Por mi raza hablará el espíritu

Presidente en turno de la Junta de Patronos de la UNAM

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  1. María del Rosario Romero Acosta dice:

    Bello mensaje, que llega al alma de los egresados de la máxima casa de estudios de México ! gracias por su palabras que invitan a aportar un poco de lo mucho que recibimos de la UNAM. Dios lo bendiga

  2. Dr. Canales yo también fui de la generación 1971-1975 en la carrera de QFB. Fui compañera de ustedes los del CUM en los primeros semestres. Me ha dado gran felicidad leer esa semblanza. Yo estoy muy agradecida con nuestra escuela. Trabajé en el IMSS y en el ISSSTE y mi jubilé hace algunos años. En esta época de pandemia me hace ver tantas cosas buenas que hemos vivido y que ha habido tiempos muy buenos y los seguirá habiendo. Muchas gracias.

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