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Mauricio de María y Campos

Mi romance con la UNAM. Una relación duradera

La dedicatoria de mi tesis de licenciatura en Economía en 1968 fue muy corta: “A la UNAM, que me enseñó el camino de la verdadera democracia”.

En contraste, el título de mi tesis fue largo: Transferencia de Tecnología, Dependencia del Exterior y Desarrollo Económicoy las 340 páginas daban fe de los muchos días que invertí para realizar una larga disquisición teórica sobre el entonces novedoso tema de la transferencia internacional de tecnología y compararla con los resultados de una encuesta en 100 empresas mexicanas sobre sus modalidades y costos.

La tesis ya aprobada impresa y distribuida no fue sometida a Examen Profesional sino hasta 1970, pues dos días antes de la fecha establecida, en septiembre de1968, el Ejército mexicano tuvo a bien ocupar la Ciudad Universitaria para permanecer ahí nueve  meses. Gracias a la directora de la Escuela de Economía, Ifigenia Martínez, conseguí una carta que certificaba haber completado mis estudios de licenciatura y daba luz verde a mi Maestría en Desarrollo Económico en la Universidad de Sussex, Gran Bretaña.

Cuatro días después de mi llegada a Inglaterra, el 3 de octubre de 1968, me habría de enterar de la masacre de Tlatelolco. Mi solidaridad estaba con mis compañeros de Economía y de otras escuelas y facultades de la UNAM con quienes había yo compartido cinco años de carrera y muchas aventuras académicas y personales de vida.

Mi relación con la UNAM se había iniciado en octubre de 1963, cuando después de haber cursado todos mis estudios en escuelas privadas religiosas –la última el Instituto Patria de jesuitas– me decidí a inscribirme en la Escuela de Economía. Resistí las sugerencias que me aconsejaban realizar mis estudios de Economía en el recién creado ITAM o incluso optar mejor por Derecho en la UNAM, y luego hacer una maestría en Economía en el extranjero, para evitar la Escuela de Economía, una escuela llena de rojillos.

Sin embargo triunfó una secreta admiración interna y afecto familiar por la UNAM.

Mi abuelo, Mauricio de Maria y Campos Elguero había sido el arquitecto de la Cámara de Diputados de Donceles. Mi padre, del mismo nombre, egresado de la Academia de San Carlos; se había graduado con la tesis-proyecto de una ciudad universitaria; se había dedicado a la docencia y dirigido por ocho años la Escuela de Arquitectura durante las rectorías de Manuel Gómez Morin y Salvador Zubirán; en abril de 1949, cuando falleció a los 43 años, formaba parte del grupo que diseñó y construía la Ciudad Universitaria en Copilco.

Desde que inicié mis clases en 1963, la Escuela de Economía y la UNAM constituyeron mi mejor escuela de vida y de la diversidad económica y social de México. Si bien mis mejores amigos en un principio fueron “defeños” de escuelas privadas católicas, muy pronto nos integramos con alumnos provenientes de escuelas privadas israelitas, alemanas, francesas y de españoles republicanos y, antes de terminar el segundo semestre, con excelentes egresados de prepas de la UNAM y de bachilleratos de otros estados de la República.

Descubrí que México era mucho más que la Ciudad de México. Mis nuevas amistades de todo el país y de familias de muy diversos grupos de ingreso me llevaron a visitar por autobús, tren y barcos de carga el Pacífico, el Golfo y el Caribe mexicano –cuando todavía no nacía Cancún– y a descubrir la gran riqueza natural y cultural de México, junto con sus lacerantes niveles de pobreza y desigualdad social.

Novedad impactante fue la presencia de mujeres; a la coquetería se agregó la camaradería, que me llevó a hacer buenas amigas e incluso a descubrir otras facultades, como las de Filosofía y Letras, Ciencias Políticas y Derecho, donde la igualdad de género brotaba mejor que en las ingenierías, donde las mujeres eran rara avis. Gracias a una buena amiga de Letras escribí mi primer cuento, fui asiduo asistente al taller de Juan José Arreola y lancé una revista inter-universidades de diálogo y creatividad literaria que vivió tres bimestres: POLÉMICA.

Mi visión de México, sus carencias y necesidades de transformación habría de cambiar radicalmente también por la gran variedad de maestros que tuve con una diversidad ideológica y de experiencias notable: Gustavo Romero Kolbeck y Rodolfo Puiggrós; Horacio Flores de la Peña y Fernando Paz Sánchez; y en Filosofía y Letras, Eduardo Nicol, Edmundo O’Gorman y Ramón Xirau.

Tras cinco años me había convertido en una persona diferente: había pasado de centroderecha a centroizquierda y de funcionario bancario a un aspirante a funcionario público con sueños de transformar a México en un país democrático, próspero y equitativo.

De regreso a México en 1970, con una Maestría en Desarrollo Económico, inicié mi carrera en el recién creado Conacyt, al tiempo que daba clases de Comercio internacional en la UNAM, como adjunto de Eugenio Anguiano. Fui titular un sólo año pues a partir de abril de 1973 entré a la Secretaría de Industria y Comercio para iniciar una carrera como funcionario público, que me llevaría por varias secretarías hasta convertirme en subsecretario de Industria en el gobierno de Miguel de la Madrid y más tarde, director General de la ONUDI en Viena y embajador.

En todas estas etapas, y más tarde como académico, me he mantenido cercano a la UNAM. En todos los puestos que ocupé en México y el extranjero pude apoyarme en excelentes egresados de la UNAM de las más diversas disciplinas. Durante los últimos 12 años estuve en la Ibero y El Colegio de México como profesor e investigador; pero nunca he dejado de estar conectado con mi alma máter; desde 2008 soy orgulloso miembro del Grupo Nuevo Curso de Desarrollo de la UNAM, que coordina Rolando Cordera, donde seguimos explorando nuevos caminos para reconstruir a México. La pandemia no nos ha detenido gracias a las nuevas tecnologías y aplicaciones para videoconferencia.

Bienvenida la función que sigue cumpliendo la Fundación UNAM para crear y mantener puentes entre las diversas generaciones en tiempos de cambio.

Ex director General de la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial y
ex embajador de México en Sudáfrica

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  1. Claudia Arango dice:

    Mi más sincero pésame a la familia Campos Meade lazos entrañables aún sin ser cercanos, que en paz descanse Sr. Mauricio de María y campos, gran ejemplo y admirable labor.

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