Una mejor educación: un reto pendiente

Existen cerca de 250 millones de niños, niñas y adolescentes que hoy se encuentran fuera de la escuela, recalca la académica, experta en diversidad sociocultural en la educación, del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación (IISEU), Judith Pérez Castro, según el Global Education Monitoring Report de 2020, un problema al cual se le suman todos los que sí están recibiendo una educación pero no están aprendiendo.
Por el Día Internacional de la Educación, que se conmemora el 24 de enero desde 2018, la también doctora en Ciencia Social afirmó que aunque se han visto avances en cuestión de educación en los últimos años, estos logros se ven opacados por las carencias y desigualdad social existente, esto a pesar de que la enseñanza es un derecho humano no sólo en nuestro país sino en diversos ordenamientos internacionales.
La misión de dicha efeméride es poder establecer estrategias que permitan alcanzar el Objetivo de Desarrollo Sostenible Número 4, el cual corresponde a Garantizar para el 2030 una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje. Tarea que aún está pendiente.
Por su parte, Ángel Díaz Barriga Casales, investigador emérito del ISSUE, comentó que el objetivo de la educación –logró social posterior a la Revolución Francesa- es la formación de personas que entiendan su entorno y sus necesidades, sin embargo, con el tiempo ese objetivo se ha ido perdiendo.
Esta situación es preocupante, y aún más durante esta pandemia, ya que ha sido el momento en el que la vulnerabilidad de las personas ha sido más evidente, así como la ineficiencia de los sistemas educativos, asegura Pérez Castro.
“La UNESCO estima que alrededor de un millardo 478 millones de niñas, niños y jóvenes han sido afectados por los cierres parciales y totales de sus instituciones, lo que representa 84.5 por ciento de la matrícula total a nivel mundial”.
Estos factores, sumados a la desigualdad, causarán que los mayores afectados sean lo más pobres, ya que no sólo carecen de equipos de cómputo y acceso a internet, sino tampoco cuentan con la atención y apoyo de sus padres, ya que éstos están enfocados en percibir algún tipo de ingreso económico.
Aunado a esto, lo más probable es que haya un retroceso en el aprendizaje de los estudiantes. Será como si se hubiera perdido un año completo, lo que retrasará el cumplimiento de los Objetivos del Desarrollo Sostenible.
“La Northwest Evaluation Association estimó que en Estados Unidos los chicos van a perder, en español, alrededor del 30 por ciento de sus aprendizajes; y en matemáticas, un 50 por ciento, con todo y que se continuaron las clases en línea.”
La académica asegura la posibilidad de que las escuelas trabajen mejor para contar con un buen equipo de maestros y los programas mejoren, aunque mientras exista la desigualdad tan marcada el éxito estará todavía muy lejos.
“Un primer paso es asegurar los derechos económicos, sociales y culturales de la población porque están firmados por los países, pero remontar estos atrasos ha sido casi imposible. Otro, es fortalecer la capacidad de las instituciones educativas y dar paso a directivos y maestros de esas pequeñas o grandes escuelas, pues ahora tenemos muchos problemas para coordinarnos porque todas las decisiones se toman a nivel central”, comentó.
Para Pérez Castro es muy importante que los maestros estén listos para los cambios que se avecinan, y que estén claros de que la educación jamás volverá a ser como lo era ante de la llegada del COVID-19. Un trabajo y preparación que no puede sólo recaer en el software o equipos de cómputo, sino en nuevas estrategias y formas de enseñanza.
“Si la autoridad educativa piensa que la escuela de la pospandemia es la que teníamos con tecnologías, está desaprovechando la oportunidad de repensarla. Hay que atreverse, el futuro del sistema educativo mexicano no puede ser homogéneo, no puede haber más ’la escuela mexicana’ sino ‘las escuelas mexicanas’ que están enfrentándose a los problemas de sus estudiantes de acuerdo con cada uno de sus entornos”, agregó Barriga Casales.
Lograr esta adaptación y cambios implican experimentación, construcción, planeación, disposición y el entendimiento de que aunque la tecnología ha sido un gran aliando durante todo este tiempo, nunca podrá sustituir a los profesores, alumnos o padres de familia, y mucho menos los procesos de enseñanza-aprendizaje, coincidieron.
FUENTE: DGCS UNAM