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Sergio Pitol, un gran genio literario influido por su abuela

Su infancia fue difícil. Quedó huérfano a los cinco años, después de ver ahogarse a su madre en el Río Atoyac, en Puebla, su tierra natal, cuando su hermano lo tomó de la mano y le dijo “a ver ahora con quién nos van a regalar”, pero para su fortuna su abuela materna no sólo lo recibió, sino que le inculcó el amor a las letras, y así comenzó Sergio Pitol.

Distinguido universitario, egresado de la UNAM, profesor de literatura eslava en la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) y coordinador de Extensión Universitaria de la misma entidad, Sergio Pitol falleció el pasado 12 de abril a pocos días de haber cumplido 85 años de edad.

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Tradujo a los grandes de la literatura europea, como a sus favoritos: Tolstoi o Gogol, pero también fue ferviente admirador de la Familia Burrón, de Gabriel Vargas, del trabajo de Carlos Monsiváis.

 “Su obra narrativa, ensayística es muy extensa, pero sobre todo es original, única, onírica y universal: muy Pitol”, explicó Anamari Gomís, académica de la FFyL, pero ante todo su amiga, compañera, admiradora desde que se conocieron dando clases ambos en aquella facultad, en la década de los 80.

Dicen por ahí que “vivió perpetuamente en fuga”: estudiante en Roma, traductor en Pekín y en Barcelona, profesor universitario en Xalapa y en Bristol, y diplomático. Colaboró en la Revista de la Universidad, Estaciones, Revista de Bellas Artes y La palabra y el Hombre; en los suplementos México en la Cultura, La Cultura en México, entre otros.

Errante como le gustó vivir gran parte de su vida, radicó varios años en Xalapa, en donde también desarrollo su faceta académica y donó su biblioteca personal.

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La UAM (1998) y la Universidad Veracruzana (2003) le otorgaron sendos honoris causa por enriquecer el legado literario hispánico y por acercar a los jóvenes a los grandes autores clásicos con traducciones de extraordinaria manufactura.

Endeble de salud desde pequeño, contrajo un paludismo que lo obligó al encierro, entregado a la lectura de los grandes como Verne, Stevenson, Faulkner o Dickens. “Hacía varios años que ya no estaba con nosotros, ya ni sabía quién era Sergio Pitol”, rememoró con tristeza Anamari Gomís: una enfermedad neurodegenerativa lo sumió en el silencio tan doloroso para una de las mentes literarias más brillantes que ha dado este país.

Fuente: DGCS de la UNAM 

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