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Juan Andrés Ordoñez Gómez

La UNAM y yo

Desde que tuve noción más o menos responsable de mi existencia escuché hablar de la UNAM. Cuando llegó el momento, hice cuanto pude para cursar los estudios de bachillerato en el plantel número 5 “José Vasconcelos” de la Escuela Nacional Preparatoria, en la época en que la escuela estaba rodeada de campos de alfalfa y establos. Tres años más tarde, temeroso de no poder soportar el rigor de la realidad y consciente de mi limitada capacidad de pensamiento abstracto, en vez de los estudios de Sociología o de Filosofía, opté por cursar la licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras.

En la Facultad descubrí el amor, la música y la poesía, lo cual, sumado a la guía y el afecto de quienes fueron primero mis maestros y luego mis amigos, convirtió los cuatro años de licenciatura en los más felices de mi vida. Héctor Valdés, Amparo Gaos, Jorge Ruedas de la Serna, Walquiria Wey, Manuel S. Garrido, Sergio Fernández, Teresa Weismann… toleraron mis desplantes y generosamente me ayudaron a encauzar la energía que entonces me desbordaba.

Gonzalo Celorio me permitió el acceso a su casona de Mixcoac y al universo carpenteriano; en largas caminatas nocturnas en el Centro Histórico, abrió mis ojos al pasado virreinal de la Ciudad de México, y hoy me sigue regalando el deleite de su conversación al tiempo que me educa en el arte del dry Martini.

Rubén Bonifaz Nuño me enseñó, entre otras cosas, a no tomarme demasiado en serio a mí mismo, a apreciar el valor de la distancia irónica y, sobre todo, que la generosidad en el apoyo a las ambiciones de un hombre o de una mujer joven es la mejor garantía de futuro de una nación. Mi deuda con Rubén es impagable y comprende el haberme permitido el contacto con Henrique González Casanova, quien me enseñó el rigor de pensamiento y la lectura intertextual de la vida en sociedad. Gracias a ellos dos accedí al mundo. Primero como estudiante de posgrado en el Reino Unido y después como diplomático de carrera durante treinta años.

A lo largo de ese periplo, tuve la alegría de constatar la consolidación intelectual y profesional de quienes han sido compañeros de aula y, sobre todo, de vida; Alberto Vital, Malena Mijares, Carlos López Beltrán, Maripaz Cruickshank, Miguel Ángel Ceballos… fueron mi punto de enlace con el universo académico, que enriqueció la asimilación de lo que en el ámbito del poder, nacional y extranjero, iba yo viviendo.

Cuando decidí dar por concluida la etapa diplomática, de nueva cuenta la UNAM me recibió generosa. Gracias a Enrique Graue tuve el privilegio de servir a nuestra Universidad en España durante los últimos cuatro años y medio. Debo decir que como embajador de México y, en general, como funcionario diplomático, siempre fui recibido con respeto. Sin embargo, como representante de la UNAM hubo un añadido de admiración y de cariño. La autonomía de la UNAM tiene una vertiente carismática que trasciende las fronteras y es una lástima que al interior de la propia Universidad no acabemos de apreciar el enorme valor que ello representa, desde luego para nuestra propia UNAM, pero también para el país entero. El trabajo que realiza la Fundación UNAM como motor de vinculación de nuestra Universidad con la extensa e importante comunidad que ha pasado por sus aulas es un factor multiplicador de nuestro prestigio dentro y fuera del país. La FUNAM mantiene viva la sinergia entre academia y sociedad, sin la cual la proyección de nuestra Universidad y, en consecuencia, de México no tendría la amplitud que hoy disfruta. En tiempos aciagos, la UNAM es la referencia obligada del prestigio nacional.

Cuando pienso en mi vida, me es imposible no pensar en la UNAM. No debo ser el único a quien esto le suceda. Acaso sea por eso de que en la UNAM no nos hace falta ponernos la camiseta. La traemos tatuada. Con ella nacimos a la ciudadanía y con ella habremos de decir adiós. Como bien dice Gonzalo Celorio, “yo ingresé a la UNAM, pero no he egresado”. Yo tampoco.

Investigador de tiempo completo en la Unidad de Investigación sobre Representaciones Culturales y Sociales de la UNAM. Exembajador de México y miembro de carrera del Servicio Exterior Mexicano durante 30 años.

Fuente: www.eluniversal.com.mx

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