Regula tu apetito de forma positiva y evita enfermedades crónicas

Marcia Hiriart, académica del Instituto de Fisiología Celular (IFC) en la charla final de la Semana del Cerebro 2023 organizada por está misma entidad universitaria; mencionó que los seres humanos en la actualidad ingerimos más alimentos de los que necesitamos; en consecuencia, nos lleva a un aumento de almacenamiento de la energía en forma de grasa corporal y al desarrollo de obesidad.
El cerebro se encarga de regular nuestro apetito; obteniendo la energía suficiente para realizar nuestras actividades diarias; pero estudios recientes revelan que la diabetes está apareciendo mucho antes, a los 30 o aún a los 20, porque tenemos demasiada comida y estamos comiendo todo el día; hecho que no es saludable.
La estructura del cerebro llamada “núcleo arcuato” es la reguladora principal del apetito y la saciedad. Dentro de ella hay dos centros: uno que regula de manera positiva y otro en forma negativa, manteniendo el balance de la ingesta de alimentos.
Ese núcleo regula nuestro apetito mediante la liberación de distintos químicos por los cuales se comunican las neuronas; incluyendo la dopamina, que participa en el “circuito de la recompensa”, sistema responsable de que sintamos placer al realizar distintas actividades y que, por lo tanto, queramos repetir la actividad; siendo esta es la razón por la cual disfrutamos tanto comer.
De este modo, si comemos mucho, activamos con mayor frecuencia ese sistema y otros que se encargan de regular nuestro apetito; lo cual puede llevar a una mala regulación del sistema.
Por ejemplo, la leptina (otra sustancia encargada de que sintamos saciedad); deja de tener el mismo efecto en personas con obesidad. Si durante mucho tiempo estamos gorditos el organismo hace un sistema que tiene resistencia a la leptina. Aunque tenga el mensaje ya no le hace caso, dijo.
La especialista concluyó que es importante cuidar nuestra alimentación y estilo de vida; ya que la obesidad nos hace susceptibles a distintas enfermedades, como las cardiovasculares y la diabetes.
Fuente: Gaceta UNAM